LA CAJA
Llámalos, que la fe
de no poderse tocar,
rozando el alfeizar...
toca otras manos...
Llámalos por su nombre,
por el apodo que usaban cuando niños,
jugaban a viajar a las estrellas
sin ponerse un traje o subir juntos
hasta una fuerte nave
de un metal que aún no se descubre...
Llama, no te quedes con las ganas,
tienes hoy una llave para hacer
de la rústica memoria un escenario,
con todos los sentires necesarios,
para intacto devolver el tiempo atrás
y jugar a poner todo en la mesa
igual que lo recuerdas...
Cierra los ojos y llama,
toca, implora,
abre ahora esa caja de Pandora,
y sostenla en el hueco de tus manos
pues sabes que es delirante, no se ve,
lo que sale de adentro es transparente
para los ojos cansados
de la gente,
pero no para ti.
Los recuerdos que el aire desperdiga
en mil hermosos tonos acabados
salen de ella pintados,
permitiendo que tu los reconozcas
al momento de abrirla,
de inmediato...
Y si miedo le tienes a saber
que llevas este azar dentro contigo,
recuerda en este afán
gentil amigo.
que recordar es gratis, dura siempre,
así mienta la gente ante el olvido,
menospreciando el gozo del recuerdo,
te repito, dos veces y hasta tres,
recuerda más que olvida si pasaste
por un camino seco alguna vez
y no llegaste allí donde querías,
para que no repitas ese esfuerzo
y asientes cada paso con cuidado,
pues repite su historia y su dolor,
aquel que no comprende porque estuvo
en un sitio sangrando.
JOSÉ IGNACIO RESTREPO