lunes, 3 de enero de 2011

DEL ENCANTO A LA TRADICIÓN / DE LA MANO DE CESAR MOLINÉ

La Leyenda de Los Tres reyes Magos 
por 
César Moliné


Cuenta la leyenda de Los Tres reyes Magos que en la hace más de veinte siglos, en la villa de Armathajim, mejor conocida como Arimatea, vivía un comerciante hebreo llamado José Ben Josifas .  A este comerciante siempre se le conoció en Judea como José de Arimatea.  La noche previa al equinoccio de invierno, José y su hermano Nicodemo vigilaban el camino que llegaba desde el desierto desde el norte de Judea cuando divisaron a una caravana que se acercaba. 

Por lo imprevisto del asunto, el comerciante alertó a varios de sus esclavos y a algunos hombres de su tribu.  La caravana que contaba con cerca de treintaicinco camellos y dos docenas de hombres se fue acercando poco a poco a las puertas de Arimatea donde fueron recibidos por los custodios.

Sospechosos todos de que una caravana llegara por esa ruta, a esas horas, en tal época del año, nadie bajó la guardia.  Se preguntaban a donde pensaran llevar la carga estos viajeros si los vientos monzones del noreste están en todo su apogeo.  Nadie puede viajar al Reino Tamil hasta la primavera.  Las tensiones entre los dos grupos continuaba escalando cuando José se acercó al portal y ordenó que los dejaran entrar a algunos de los camelleros. 

Pareciera una movida suicida pero al joven comerciante no le inquietaba esa decisión.  Además, José alegó a su hermano que impedir a la caravana descansara y reabasteciera antes de continuar su viaje era un acto de suma crueldad ya que los exponía a eminentes peligros de la noche.  Para evitar lo que sospechosamente lucia como una emboscada de ladrones, se estableció un protocolo donde la mayoría de los camelleros permanecieran en las afueras mientras una pequeña delegación entraría en la hacienda.

Para sorpresa de los aldeanos que los recibían, la delegación mostraba un porte muy elegante y eran evidentemente educados.  Quizás eran cortesanos, pensaron algunos.  José no tardó en brindarles la mejor atención que le permitían sus recursos y los invito a su propia casa junto a Nicodemo y algunos sirvientes.  Una vez se sentaron frente al fuego y se intercambiaron saludos en distintas lenguas.  Al final llegaron a la lengua común y culta, griego.  José que era diestro en el hebreo, el arameo y en griego, agradeció que no se hablara en el lenguaje del opresor, el latín romano.

El primero en presentarse fue un robusto hombre de piel oscura como dátiles maduros y cabello muy rizado como un nido de avispas.  Su acento espesamente egipcio lo denotaban como un miembro de las tribus del Nilo.  Lo que José no esperaba de este visitante es su alegato de que él era uno de los cuatro príncipes sacerdotes de Alejandría viajando en una misión especial.  Su nombre era Baltazar Abira Aper y poseía en sus venas un cuarto de sangre de la dinastía toloméica.  Según su relato, su misión había empezado hacia casi dos años y él era el líder de la expedición. 

Continuando con lujo de detalles le narró a los anfitriones, como había viajado a Atenas, a Tebas y a Delfos.  De allí habían reclutado algunos sabios filósofos de los cuales Melchor Arista Lagos y su esposa Balsimisia Amalada.  Estos les habían seguido fielmente como líderes de la delegación helénica en la misión.  Cruzando el Peloponeso, partieron hacia la vieja Babilonia donde el afamado filosofo y mediador de las estrellas, Gaspar Sabilo Vaniense, se les había unido y este procedía como el guía astral y geográfico de la caravana.  Además Gaspar contaba con los salvoconductos necesarios para llegar al sur de Samaria y poder entrar a Jerusalén si fuese necesario.  

Baltasar, que era sumamente alto y elegante procedió a sentar la pauta.  En una voz tronada depuso por momentos entre versos y improvisadas profecías provenientes de sus propios sueños.  El noble hombre agradeció de parte de la caravana, la hospitalidad brindada por la hacienda y de allí explico brevemente sus reales credenciales.  De repente, Baltasar se puso de pie y comenzó un relato de un sueño recurrente que le seguía por toda la trayectoria hasta ese lugar de Judea.      

Me llaman el Mago Negro Bueno

El buen Rey de negra piel solo cubierto,
que dicen acaso era mago solamente,
me alzo con tanta mirra a cielo abierto
y en fe cruzo el desierto largamente

Siendo mi origen de alejadas heredades
de entregado corazón, y sin quejido,
un mago entre enredadas oquedades
ando mi paso de ensueños revestido

Puesto el árido desierto por gran freno
y librado mis recelos en buen combate,
por lograr con los pasos ante un niño 

Soy Baltasar y prosterno con mi cariño
en tríada con Gaspar que también late,
y es Melchor el tercero en pisar tu heno

Entre salterios y llantos respirando
como fieles mensajeros ya nos abren
entre siervos y animales que nos cubren

Nuestra andanza al real nacimiento
de Joshua Ben Joseph, lo digo sollozando
por Belén, cuna de David, el Rey amado    

¡Por mis sueños he hablado!  Que la hermandad del hombre sea entre vosotros.

Acto seguido, todos asintieron con la cabeza de forma casi ceremonial y Baltasar procedió a sentarse en el suelo junto a los demás comensales.  No tardó en ponerse de pie el más joven de los tres visitantes.   Melchor era un hombre corpulento de barba rubia y canosa.  Su vestimenta lo delataba definitivamente mediterráneo y portaba prendas de oro griegas.  Su voz era muy educada en su modulación y su acento era impecable. 

Mi nombre, buen hombre, es Melchor, ciudadano de Delfos y custodio de las llaves doradas de librería más antigua de la ciudad.  De profesión soy maestro en la academia de las nobles ciencias y el conocimiento.  

Los que me conocen me llaman Melchor el Culto

Vengo del mundo diverso donde todo trasciende,
vengo sedado por el avistamiento
de aquella estrella nacida mirándome, que nadie atiende
pero que le e seguido con sigilo cada movimiento.

Sin saberlo crucé montañas y valles de dunas
y en sueños se me dijo convicto,
me uniría a un clan de tres
venidos de otras cunas
escogidos entre todos los hombres

Para ver estrellarse una estrella y nacer un rey
traído desde las leguas del todo
hasta una ciudad pequeña como una reseña sin ley

De la que se habla poco,
porque poca cosa es,
pero según se me dice,
nacerá la nueva historia
Judía y mundial,
y seré testigo de ese vientre naciente.

Finalmente nos unimos en el oriente coincidente
y caminamos tomados de la mano,
como hermanos enanos
guiados por aquella luz,
comentando la congruencia de sueños alicientes
y de lo que hallaremos allí,
al sur de Jerusalén,
escotilla del olvido judaico cercano
o hasta donde lleve la flama que nos guía
que no apaga en noches consecutivas

Seguir esa seña
es con valor y sabiduría
aunque no supe que decir,
me rendí ante la grandeza de su realeza,
y entendí mis dudas,
no di disculpas,
solo me arrodille
buscando a ese niño sin historia.

En sueños febriles lo he visto  
nacido en ese convento de harapos sin delicadeza
junto a sus padres
y uno que otro animal de tiro o abrigo,
de lana,
de queso o de pan
y estoy clarividentemente seguro
en su trono de paja lo veneré
con mi oro y mi aceitado corazón

La vida me ha dado el privilegio acaudalado de oros, viñedos y miles de papiros pero nada me ha de llenar más que el ofrendar al niño divino.  No me equivoco al decir aquí entre ustedes que si por algo me han de conocer a través de los milenios es por este viaje que hoy me trae hasta aquí y que pronto tendrá una culminación muy pertinente. 

¡Que la luz y la razón alumbre entre vosotros!    

Después de sus palabras, Melchor tomó uno de sus collares de oro y se lo quitó con sus propias manos.  Con cierta parsimonia, se acercó a donde José de Arimatea permanecía sentado.  Su hermano titubeo en interponerse para proteger a su Jose, pero este le indicó que lo dejara allegarse.  De esa forma Melchor le colocó el collar de oro en el cuello de José como obsequio.  Lentamente, el judío realizó una reverencia en muestra de aprecio a lo que el noble filósofo le devolvió otra.    

Cuando le tocó hablar al tercer visitante, a este le tomó un gran esfuerzo para levantarse debido a su avanzada edad.  Algunos de los sirvientes de José le ayudaron a incorporarse a lo que el anciano les dio una sonrisa a cambio.  Sus ropajes de sedas persas y su notoria calvicie en la corona de su cabeza hacían contraste con la realidad de que este andaba descalzo. 

Al notar su falta de sandalias, los sirvientes se separaron rápidamente del anciano por entender que eso era un acto de impureza según la tradición judía.  José se percató de eso, se levantó de un tirón y se acercó a hombre que se incorporaba.  Sin tener ninguna contención al respecto de impurezas, sostuvo al viejo por el brazo y lo acompañó hasta el centro de la velada.  Allí permaneció junto a él, sosteniéndolo mientras este se manifestaba.  Sus palabras eran temblorosas pero muy sabias. 

De todas las sabidurías, el amor es la más grande.  El amor es capaz de limpiar cualquier impureza y llegará el día que hasta resuciten los muertos por el amor mismo.  Sabio hombre eres, José Ben Josifas, porque amas sin contenciones.

Mi nombre es Gaspar Sabilo Vaniense de Babilonia, médico de la Casa Real durante los inviernos, en las primaveras, estudioso de las estrellas, en verano soy mentor de los príncipes afganos y partero voluntario en los otoños.  He visitado el Reino Tamil y la ruta de la seda muchas veces.  He visto con estos ojos, las más grandes ciudades de este imperio romano.  Sé de gente, formas y lugares que jamás imaginarían.  Y sé de un hombre bueno y sabio cuando lo veo actuar. 
     
Amigos y hermanos, esta noche nos ha traído hasta aquí una señal celestial que venimos siguiendo desde el solsticio de invierno. Según la intensidad y el color de nuestros sueños, ya estamos muy cerca de nuestro destino que pudiese quedar en algún lugar humilde a las afueras de la gran Jerusalén. 

De momento y sin avisar, el viejo Gaspar comenzó a balbucear unas palabras inteligibles para todos.   

AnnnDaasOhmm, OhmmmLaaalssAnnnddd, Ohmmm,Daass,Ohmmmm… 

Pero de igual manera se regreso a versos en griego. 

Desde verdes las riveras del Sindhu
donde meditan los Kurus del Dharma
he traído el incienso del alma 
y mi espíritu eterno le brindo

Joshua Ben Joseph, el niño,
maestro del amor y esperanza
que misterios encierran las semblanzas  
de los sueños que trazan el camino

Sabiduría es de quien más ama,
quien se brinda vivo y en muerte sana,
quien en este universo ha nacido

Suyo es el incomprendido reino,
de verdades ocultas rey y dueño
alaban los ángeles al Ungido

En esta cresta de mi larga vida
endosa la cada paso una lucha
mas sabiendo que el cielo escucha
Alabado sea, es mi consigna

Un favor, José de Arimatea
como si no concedieras ninguno,
en lugar y momento oportuno
milagro serás en lo que poseas

Escucha bien hermano Nicodemo
tú también te refugiaras en su voz
en portentos de apego y amor,
por oídos del amigo sereno

Yo no sé cuanto más iré a vivir
y las estrellas nunca me han dicho
solo se de andar agradecido
por lo que nos privilegiara vivir 

¡Que el amor siempre more en los corazones de vosotros!    

Luego de estas palabras se prepararon teses y se sirvieron alimentos a los invitados.  Antes de terminar la velada, se despacharon vino y alimentos al resto de la caravana.  Los camellos fueron permitidos a entrar al oasis y se les sirvió alimento además. A tales gestos, los sabios le pagaron a José una cantidad generosa. 

Al día siguiente, antes de que la caravana, en una ceremoniosa despedida, José les dijo a los marchantes;

“Yo me iría con ustedes a buscar ese milagro que pregonan con tanto entusiasmo  pero tengo asuntos pendientes en Arimatea.  Díganme como puedo ayudar al niño, que le puedo ofrecer para que les lleven.”  

A eso el Gaspar le coloco su ancestral mano sobre el hombro de José y le dijo en muy simple arameo;

“Amigo, anoche tuve un sueño donde se mencionaba tu nombre José de Arimatea.  El mensaje para ti es que cuando este niño que recién ha nacido requiera algo de tu propiedad, le seas tan generoso como has sido con nosotros.  No como ni cuando, pero en mi sueño fue escrito que sucederá.”  

José nunca supo más de la caravana de aquella noche o de ninguno de los tres caballeros que lo habían visitado.  Pasaron entonces los años y tanto José como su hermano Nicodemo crearon una cerrada amistad con un rabí de Nazaret llamado Joshua o Jesús.  Tal fue el lazo entre ellos que cuando Jesús fue crucificado en circunstancias que todos conocemos, José de Arimatea ofreció su tumba personal a las afueras de Jerusalén para que su amigo fuese enterrado.

Y en pleno proceso de depositar los restos de Jesús en la tumba de la resurrección, Jose recordó las palabras de Gaspar en sus versos.

Un favor, José de Arimatea
como si no concedieras ninguno,
en lugar y momento oportuno
milagro serás en lo que poseas

Se dice que tanto Baltasar, como Melchor y Gaspar vivieron años después de la muerte de Jesús.  El último se alega que llego a ciento nueve años de edad.  Se dice que también los cinco hombres murieron defendiendo lo que profesaban como mártires.  Baltazar fue ejecutado en Alejandría por anteponerse a la familia real defendiendo la hermandad entre los humanos ante las pugnas internas. Melchor y su esposa fueron asesinados cuando defendían la afamada biblioteca de los saqueadores.  Por último, Gaspar fue extinguido por fanáticos religiosos que lo acusaban constantemente de hereje. Tanto José de Arimatea como su hermano Nicodemo fueron martirizados junto a muchos de los primeros cristianos. 

¿Y como esta historia a llegado a nosotros?  Ningunos de los cinco hombres llegaron a escribir este apócrifo relato.  Ni siquiera esta leyenda de navidad, los cuentos de camino de los tiempos de antaño nos las legaron.  Sin nos preguntan a nosotros, los amigos poetas que la hemos traído  para ustedes, les diremos la verdad.  Como persiguiendo una estrella, la hemos soñado, la hemos escrito con mucho amor y para todos ustedes la hemos ofrendado. Porque simplemente la navidad vive y se enriquece del amor en nuestros corazones, el sacrificio por los valores más humanos y el sueño de un mundo mejor tal como el Nazareno nos ha enseñado.  

De parte de Esteban, de Jose Ignacio y de este servidor, Feliz Navidad a todos y que pasen un Prospero Nuevo Año y un hermoso Día de los Santos Reyes Magos (6 de enero)…



2 comentarios:

Cynthia dijo...

ya estoy aqui...

gracias por la invitación.

muak+

JOSÉ IGNACIO RESTREPO dijo...

QUE EXCELSO PLACER, CYNTHIA QUE TUS OJOS BOGUEN POR ESTOS MARES DE OLEAJE GRIS ALZADO...

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