martes, 18 de abril de 2017

CUENTO LAS HORAS PARA IRME DE AQUÍ / Poesía de José Ignacio Restrepo


ES HORA


Sucio campo de pruebas,
no existen reglas claras
y ante los cansados ojos
la ventaja corre del lado de los otros,
los vecinos hastiados que se ríen
de que haya niños negros en la verja
cantando por unas monedas,
de esas que se usaban en los teléfonos antiguos,
que ya casi no se ven
porque no existen...

Senda paulatina,
antes de salir pido mi abrigo...
no ocurrió como tampoco otras veces,
no llegó la que me mire a los ojos,
la que me haga olvidar el cielo arrebolado,
la que me tiente
a hacer lo inadecuado...
y ahora debo regresar al trabajo,
pulir feas fotos digitales
de esas que salen en los diarios,
con gente estallada por la guerra...
con gente cuya cara duele,
con gente similar a ti
llevando un rostro de pesares
y las manos sin saber orar.
Otras con dulces delfines sonriendo 
encallados en una playa solitaria y sin nombre,
 muertos y apretados
sin saber qué diablos ha fallado...

Soy este,
pueblo un mar de sincopados azules,
el vértigo es mi solana religión
y mi cardumen es tan abundante
como esa lago de estrellas
que de arriba
siempre me mira...
mi tristeza escolástica es formada
y cantautora en horas clandestinas,
y las ansias de vivir pasan como fantasmas gordos,
repitiendo sin voz
aún tienes tiempo...

Y cuando soy aquel otro
y abatido me persigno,
me siento como soldado redentor
quemando la maldad
del inframundo,
luego constato que sigo estando aquí
y que el licor acabó...

Un café,
gracias ruiseñor...
es hora otra vez de comenzar el día.


JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright ©

sábado, 8 de abril de 2017

RESENTIDO.../ Poesía de José Ignacio Restrepo


REZO MALO


Y caer en la trampa...
tomar ese cursor que bota fuego
y salir a matar, que no te maten,
servir de diezmador, de reluctante
para cualquier doctrina,
cualquier credo...
y correr explicando otro evangelio,
que bien sirve al atrio de la muerte
porque ya somos muchos
y en medio del hedor idolatrado,
es verdad,
no podemos entendernos...
si acaso con un buen kalashnikov
quemándonos con fuego
entre las manos...

No ser una estadística mañana
entre los que caídos bien lo explican,
muy lejos a su juego encadenados
se ríen del jornal poco que pagan
y del parque perdido en la pelea,
los que por cnn boletean
sus apuestas infames,
y aquello que se pierde hoy en la guerra
cien veces de seguro lograrán
recuperar con creces
cuando brote,
ese oro negro más negro que nunca,
en su diván del club, o en sus mansiones,
estos prohombres sucios de la historia
verán en la pantalla aumentada
los signos del dow jones
que lo aseguran,
que con cada caído por la peste
de las balas y bombas regaladas,
se ha duplicado el precio de la acción
de neveras y muebles y tejidos,
y autos malparidos...
y cosas que se compran y se venden
que duermen entre muros malnacidos,
esperando a a que lleguen los que pagan,
que creen en la vida regalada
por sus sueldos de paja...
los salarios de infesto plenilunio
que el sol como cincel
les amortaja
gastándoles la piel y el intestino,
entre días amorfos
que por un plan ya tienen su destino...

No caigas redentor solo de ti
para mirar tu sangre en la calzada,
y ser un algoritmo desdeñado,
un recurso vital bien malgastado...
no te dejes matar,
corre hasta allá...
en la fe de que puedes esconderte,
cuando se acabe todo lo que tienes
para igual responder
a este llamado tonto de la muerte...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright ©

viernes, 7 de abril de 2017

POR EL ROTO DEL TECHO, VEO A SYRIUS / Poesía de José Ignacio Restrepo


EN LAS ARENAS


Ponerse hielo en el cuerpo tumefacto 
y en las heridas abiertas, aún sangrantes,
limpiar y luego que la sangre cese
aplicar con algodón mercurorocromo
al estilo enseñado por mamá,
mirando lejos y mientras resoplando,
queriendo que el aire llegue a ese lugar
desde los labios de un ángel...

Haber venido es el peor error
y al mismo tiempo un delicado acierto,
el compartir con otros que se fueron
sangrantes, comatosos de este mundo
y que al igual que yo atrás dejaron
una vida de cómodas franquicias
al decidir llegar de alguna forma
y compartir en estas viejas tierras
con gente amable, vital, sobreviviente...
sin apoyarnos en algo diferente
que nuestra humanidad bien ampollada...

Venir aquí a mirarnos a los ojos
con estos otros llorados y cansados,
para ayudarlos a mudar de casa,
a correr invictos, presurosos,
ganándole carreras a la muerte...
sin lograrlo algunas, muchas veces,
sin poder quitarle al enemigo,
a ese verdadero ciego inmundo,
aquello que va robando a diario
la fe de prosperar, el mutuo arraigo,
el día de mañana para todos
los que siglos juntaron... 
el quiere robarse sin esfuerzo
este terreno de sueños construido
de padres para hijos...

Hoy abrí de nuevo mis dos ojos
y vi el cerco profuso de la muerte,
vi el fuego que acabó con el portal,
el techo derruido en mil pedazos,
la llegada y la salida del zaguán...
el cuarto donde ayer dejé mis cosas
no existe, 
encima hay solo piedras...
me falta la visión en el derecho
y con el ojo izquierdo he comprobado
que lo que vine a hacer no lo he logrado...

Pero...
los muertos son un pan para el futuro...
en el alma de todos los que quedan
habita una bondad que no se muere,
dejada como herencia bendecida
aliento para el resto de la vida...
y esta tierra llena de riquezas 
que late en sus días y en sus noches,
y acaso mute de dueños esta tarde,
lleva sendas de belleza peregrina
con pasos hechos de sueños infantiles, 
de canciones pueriles, taciturnas,
de recuerdos tallados simplemente 
reteñidos en la tez de la memoria...

Y no podrá borrar ninguna guerra, 
ni el dolor, ni la muerte abominable,
el sereno y querido sentimiento
por llegar a este hoy,
los que viven aún, los malheridos, 
y aquellos que merecen que ésto acabe...
padres, hijos y amigos,
que se fueron ayer
su fe cual delicada filigrana 
paga entero el viaje
hasta la gloria...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
• Copyright ©