jueves, 3 de mayo de 2012

COMO FRACCIONES DE UN MOMENTO ETÉREO / EL CUENTO DEL AUTOR


SE  LLAMA  AMELIA  X
por
José Ignacio Restrepo


Desde la tapa abierta del casillero, una foto algo averiada de una bella mujer parecía realmente mirarme, como interrogándome por el motivo del retardo, por eso que me había detenido en cosas que ella no entiende, por haberla dejado allí olvidada para irme a otra parte. Sostiene sus ojos de excelsa belleza, sin importarle que no sea yo ese sujeto que recogió todos sus enseres y se marchó, dejándola a ella allí fijada con una vulgar cinta pegante, como si llevarla le significara un esfuerzo demasiado grande, o una constante recordación del absurdo paso del tiempo sobre los hombres y las cosas.

Es una mujer definitivamente hermosa, que fue capturada por una cámara quizá en sus veintiún o veintidós años. La película usada es una Ektachrome de Kodak, y en ella se refleja espléndidamente el brillo rojizo del sol poniente, sobre el cabello largo y bello, también rojo de la mujer, que apenas intentaba componer una sonrisa y ha dejado para la posteridad ese gesto absolutamente tierno y espontáneo, que de haber logrado forzosamente sonreír, simplemente no habría quedado inmortalizado. Seguramente, quien disparó el obturador le pidió que sonriera y ella, sorprendida por alguna razón, se demoró o alcanzó a hacerlo un poco para luego arrepentirse, sin que el fotógrafo lograra detener su acción, la de grabar su alegría de estar con él, que simplemente ya había emprendido. Quedó así, en mitad de un gesto tan humano y tan divino a la vez, absolutamente prevenida y al mismo tiempo espantada, con la comisura derecha de su boca levemente abierta, y el ojo izquierdo un poco levantado, como diciendo, ¿así o más?


En el segundo minuto de observación, tuve la certeza de que la buscaría y tendría algo con ella. No sabía cuándo ni cómo, pero esa mirada directa sobre unos ojos que no eran los míos, pero que al mismo tiempo parecían horadar mi alma, ya no se iba a ir para otra parte que no fuera mi bodega de soñador, y embrujado como estaba por la mezcla curiosa de voluntarismo y casualidad, la separé del casillero y la guardé con cuidado dentro de uno de mis libros, el de “Cosmogonía para el despertar de una Era”, con el cual abriría hoy la cátedra de Nuevos Estoicismos, en el pregrado de Pedagogía que me adoptaba como unos de sus nuevos preceptores. Guardé las cosas innecesarias para este primer bloque, tomé el libro y mis notas, la botella de agua y la grabadora. Mi celular ya estaba acostumbrado a quedarse por fuera de mis clases desde hacía algún tiempo, y por ello ni siquiera lo miré, cuando sonó el timbre de comienzo de clase y rápidamente cerré la batiente. Ajusté el candado que aseguraba que todo lo que quedó allí guardado me esperaría. El salón estaba girando por ese mismo pasillo, así que me dije, Mariano, no corras, parecerás un estudiante más y hace años que no lo eres…

- Buenos días,jóvenes…

El grupo lo saludó con un silencio digno, señal de reconocimiento entre quienes acogen a uno distinto pero que puede llegar a ser aceptado, como a un miembro desconocido de una amplia familia, la cual se distingue por no tener a nadie realmente irreemplazable. Colocó sus cosas sobre el escritorio, que era mediano y de falsa madera, y procedió a escribir su nombre con el marcador, en el tablero blanco que lucía absolutamente nuevo.


- Mi madre deseaba que yo fuera una niña, y me tenía listo el nombre, desde el primer día que se enteró de su embarazo. Al saber que su deseo no iba a ser satisfecho simplemente cambio el Mariana por Mariano, de forma que siempre he pensado que al menos por el nombre, he traído gran alegría a la vida de mi madre…Y les cuento esto no por alguna gratuidad de tipo personal, sino para introducirme directamente en el tema de las satisfacciones y los deseos, nervio central de nuestra materia…como lo podrán comprobar por ustedes mismos.

Vi como algunos de los asistentes se sonreían, dada la muy particular forma de presentar los componentes curriculares, pues mi disposición rompía la natural distancia que suele acompañar estos comienzos…Cada vez que se inicia esta especie de tensión simétrica, donde uno como profesor al parecer tiene tomado el extremo más vigoroso de un huso, y el otro, como alumno, solo debe seguir arquetípicamente el movimiento de tejer, haciendo al conocimiento de objeto de intercambio, la aparición o no de elementos naturales que permitan y procreen la simpatía suele ser la garantía para que el semestre llegue a un buen puerto.Todo lo que debe aplicar un instructor, siempre en ciernes como yo, fue aprendido, probado y cotejado en su tiempo como estudiante, y si no entonces él es producto de un fuego fatuo.

Y entonces la vi. Estaba desatenta de mi discurso, jugando a dejar correr la lapicera sobre la tabla de su silla, mientras su vista iba colgando de aquí para allá, atravesando la vidriera que le quedaba a la izquierda, hasta llegar al campo y la floresta contigua al parking del campus. Me quedé en la mitad de una frase, y al desear continuar ya la idea iba saliendo de la brusca caída libre a la que yo la había forzado, de forma involuntaria. Simplemente me quedé observándola, en su perfecto devaneo, hasta que el grupo en pleno se percató de la dirección de mi tácita acción y comenzaron las voces a murmurar salmitos y a emitir graciosas risas, todo en un marco de idiotez infantil que yo había propiciado desde que llegué…

Ella sin embargo, se conmiseró y regresó de su paseo solo para salvarnos. Sus ojos alumbraron dieciséis momentos vacuos, que ninguna academia o reguero de ciencias podría llenar. Estaba allí, tan ilesa como la foto que había salvado hacía una hora de la extraña soledad del locker, a la que alguien la había obligado seguramente sin que ella le diera motivo suficiente.

- No es que su introducción esté larga o que mi atención sea insuficiente…Es solo que el día está tan bello, que es pecado, casi un crimen, estar en este módulo cuadrado,como si no hubiera otro momento para hacer esto, para continuar este cortejo tantas veces iniciado, que seguro usted también sabe, no nos llevará a ninguna parte…

No había dejado de ver a través de la ventana, mientras forzaba a todos en el aula a escuchar, pues sus palabras, cada una de ellas, habían brotado de su garganta en una especie de espiración sublime, de la que los poetas se sirven para sostener enamorado al auditorio, que ni siquiera respira para no oponer otro sonido al del que ya viene menguado, por ser producido de ese modo. Era un reto,del tamaño del puente de Brooklyn, propuesto con superior romanticismo, de ese que no tiene época, y es mejor cuando el arco va encima de Orión al amparo de un largo plenilunio, pero ajeno a la marcha del tiempo, como es. Solo es posible vencerlo dejándose llevar de él. Sin remedio.

- Aun no tengo el listado de alumnos…Alguien debería ayudarme en este instante, so pena de perder nuestro semestre el rumbo…

Un joven, dela primera fila, comprendió el mensaje, cual si fuera todo esto la puesta renovada de una obra pasada, que ha llenado varias temporadas el teatro universitario.

- Se llama Amelia, pero todos le dicen Amelia X…

Yo lo miré como si fuera la péndola de un campanario de plastilina, pero con los ojos sinembargo, le acerqué unas gracias sin término. Ya tenía el arma, pero no sabía cómousarla, y sentía que el grupo en pleno aguardaba el siguiente movimiento, que debería ser mío.

- Bueno,parece una propuesta interesante, pero no tendría argumentos para justificarla, y en nuestro juego llamado supervivencia,  preciso estar aquí para poder continuar…


- ¿Y acaso no es defecto de aquella verdad, su filial enlace con la animosa ingenuidad, que la fuerza perpetuamente a saltar al vacío sin saber volar, en un exilio fortuito que la llevará a una muerte cierta, si no encuentra para su acto una legítima justificación que la libere de ser eternamente un compromiso?

Posó sus ojos sobre mí, sabiéndome perdido. Yo supuse que ya tenía una noticia sobre el porqué de su encierro, la razón para que alguien de este lugar quisiera verla cada vez que pusiera sus libros al cuidado del asueto, pero también al día siguiente, cuando debiera liberarlos del sueño.

- La verdad, querida, debo dejar claro el conjunto de motivos que tengo para venir acá durante diez y seis semanas, sin falta, y en ese ambiente delicioso y soleado no sería posible…

Ella se puso de pié, tomó un sombrero de tela con flores estampadas, su bolso demasiado grande y sus cuadernos, y comenzó a salir, despaciosamente, mientras mis ojos no daban crédito. La demás gente no parecía sufrir el síndrome que comenzaba a invadirme, pensé que acaso ya ella los habría adiestrado.

Al pasar por mi lado, habló bajo, solo para mí…

- Hasta otro día, recién llegado. Debo hacer honor a mis palabras, pero sabes que eres bienvenido…


Cerró la puerta al salir, pero alcanzó a mirar nuevamente por el cuadrado de vidrio, que no tiene otra razón de ser que decirnos a todos que nuestra privacía no es verdadera pero tampoco falsa. Amelia se había marchado de la primera clase, dejándome claro que era bienvenido. Quedamos como sin fuerzas, y yo tercié a fondo para evitar que la primera reunión se hundiera totalmente, les di la lista de textos que usaríamos, los autores de apoyo, y las fechas de exámenes. Luego, el timbre sonó como una campana de boxeo, que te dice que al menos no te tumbaron a la lona, y aun tendrás otros tres minutos, otro nuevo asalto para tentar a la suerte.

Al llegar a la oficina de los profesores, tras esa hora corta de prueba, el joven que me había dicho el nombre de la chica, estaba apostado a un lado, esperándome a todas luces.

- Profe, quisiera decirle algo, si me lo permite…

Con mi gesto sencillo, lo invité a pasar a la oficina.

- Me llamo Alberto Ceñudo. Quisiera ser todo lo directo que usted me permita…

Con los ojos, nuevamente, le di cuerda suficiente para que acabara de una vez…

- Amelia, profe, es una de esas chicas que no puede recuperarse después de perder a alguien…El semestre pasado, su novio murió en una de esas carreras de medianoche. Él hizo una apuesta con su coche, y al final, en la angustia por no perder, simplemente chocó contra la base del puente que hay a la salida del pueblo. El auto se prendió en llamas y luego explotó…Amelia no ha podido aceptar lo que pasó…

Así que el casillero era del difunto novio de la chica, por esa razón y no por otra, era el único que estaba disponible.

El chico se despidió, no sin antes ofrecerme toda clase de disculpas, por ir a hablar conmigo sin yo haberle pedido nada. Lo despaché, asegurándole que había hecho bien en ir a contarme. Me quedé reflexionando sin orden sobre la vida y la muerte, y luego simplemente decidí irme a casa, con el fin de preparar la clase del día siguiente, componiendo un sistema de seguros para que no se reiterara una situación como la de hoy. 


El salón estaba en pleno, y todos ocupaban las sillas de la primera reunión. Ella también.

- Espero que hayan comenzado las lecturas…Toda discusión precisa de dos partes, que buscando habitar en un nivel, puedan gracias a su posición como fuerzas antagónicas, propiciar el ascenso, merced a la prueba enfrentada de los conceptos…He ahí el fundamento de las lecturas…

Miré al fondo y descubrí que Amelia me estaba mirando. Me quedé allí respondiendo con la luzde mi silencio, negado ante la distancia que había nacido entre la realidad y las estratagemas para sustituirla por el sueño, después de saber todos los hechos de boca de Alberto Ceñudo. Pasó toda la clase, toda la primera semana, el primer mes, y la voz de Amelia X no retornó al foro libre de nuestro salón de clase. Simplemente se ausentó espiritual y definitivamente, sin una razón valedera o por lo menos comprensible.

Fue un martes cualquiera del mes dos del curso, cuando revivió de su mutismo y nuevamente sembró de flores el lamentable ambiente del salón de clase.

- ...No decidir no solamente es, en principio, la toma desteñida de una decisión, sino la tácita demostración de nuestra definitiva reciedumbre, de nuestra terquedad ante la posibilidad de afectar al destino, con intervenciones que busquen redimir al presente de una dirección, dándole otra…

La voz de Amelia llenó el aire del cuadrado, de fragancias volátiles…


- Pero, ¿acaso puede decidir quién está por fuera de un presente cierto, y se aturde para actuar por estar entre el pasado y el futuro probable? Determinación es una categoría que premedita la consecución de un después gracias a la dinámica de actos que corren simultáneos, y que obtendrán nuevos presentes gracias al movimiento, a la decisión tomada… Quien esté por fuera de esa quinética ejecución, mal podría derivar de ella resultado alguno…

Respondí con la mesura propia del que reflexiona cada punto, para dar una atinada contestación.

- Tienes la razón completamente de tu parte, Amelia…No negarás que el tema alcanzaría para una propuesta de Evaluación, o un trabajo para el semestre… ¿Lo intentarías?

- Aunque ya llevaba otra cosa adelantada, me parece muy buena idea, Profesor Recién Llegado…Y la llevaré a la práctica, también como vector hacia mi interna profilaxis.

Ante todo el salón mostré por primera vez, la amplitud serena de mi imperfecta sonrisa…Algunos con motivos distintos a los míos, también sonrieron.

No tenía seguridad, de llegar a cumplir la promesa que me hiciera el primer día, al ver esa foto tan bella. Pero, algo dentro de mí gritaba de contento, dejando de manifiesto en esa sencilla respuesta, que había comenzado la curación de la divina Amelia X. 

Y que estábamos invitados para enterarnos del resto…

JOSÉ IGNACIO RESTREPO
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