viernes, 22 de abril de 2011

EL CUENTO DEL AUTOR / EL RECUPERADOR DE TARJETAS (1)

EL RECUPERADOR DE TARJETAS (1)
(Cuento)
por José Ignacio Restrepo


Un curioso devaneo del viento, que se había despertado de un sueño anormal, a las dos y algo de la tarde, levantó unos papeles del suelo y una grácil rosada cartulina, decidió levantarse con ellos, pero fue en vano, su esfuerzo apenas la hizo construir un giro delicado que la dejó en distinto lugar, como a un metro. Era otro mensaje cifrado, otra abrazadera oxidada que ya no agarra los extremos, ni impide el goteo de noche, ni alaba el silencio de una vela mientras el fuego a ninguna oración atiende. Otro mensaje sin emisor y destinatario, simplemente una tarjeta de representación tirada por su dueño u olvidada, que libre de toda obligación ha terminado de patitas en la calle.

Con índice y pulgar la levanté. Una muestra de respeto pues hace tiempo me dedico a esto, un oficio ciertamente mercenario, y de ignoto origen, por ello mismo con nimia jerarquía en las categorías de labores, y en todo caso, en trabajos y anales no nombrado, ni en las fiestas aducido como noble, pero que importa…En tiempos querellados por tan infame cantidad de gente suelta, sin un norte o faena bien definidas, sin encargo, por responsabilidad directa de la clara economía, cuando premios se dan a emprendedores y se pacta con la plebe el incómodo rol de independiente, por modelo poniendo la aventura, y dignando a los que ya no ofrecen un poco de lo antes obtenido, para algo devolver a los que en cuna de oro no han nacido…No tendré que explicar que me hallo con todas las horas del día para mí, y además que no tengo ahorro alguno que me permita ocuparme del placer, por tantos quehaceres a prueba he sostenido, y el del día de hoy aún se mantiene, hoy haré de recuperador, es una emocionante ocupación, solo tomo la tarjeta que aún no se ha dado por perdida, y salgo a investigar, porqué quedó tirada en una vega de la calle, o en una mesita de mármol aparente de un cafetín sin nombre, esperando al dependiente para que la tire sin más a la basura, eso es, por exceso de tiempo para mi he descubierto una veta inesperada, un zaguán de vidrio centenario, un macondiano afán en el que encuentro el secreto sentido de la vida mejor del que lo encuentra usted…Ya lo verá, no pretendo confundir su horario, ni enaltecer lo propio demeritando aquello que no entiendo, cual es vender el tiempo a algo que no llene los sentidos, ni devuelva placer por esforzado cansancio, apellido de las tareas que corrompen el físico y llevan justas almas al hartazgo…


Saco la lupa del bolso de universitario perdido en carrera del gusto reprobada, y el directorio que está junto al teléfono público de este lugarcito que vende tan buen tinto, declina de su sitio hasta mi mesa, por arte del necesario maleficio, y aunque se me mira con reparo, mi sonrisa que tiene todavía la completa dentadura a su servicio, hace de mediadora intransigente, consiguiéndome el permiso para usarlo. Con la mora prevista, hallo rápidamente al propietario de la breve pero usada herramienta, y confirmo que la firma aun actuante, tiene cuenta en la barra de abogados, y me llevo dirección escrita, como si fuera mohicano de último con cuchillo feroz y apocalíptico, recién estrenado.

Cancelo el tinto. Tengo en la mano el almuerzo prometido, alguien perdió la tarjeta y estará en este momento en territorio incierto y anodino, por no bien recordar ni el nombre del buró al que pertenece, ni tampoco el que tiene el abogado. Seguro éste tampoco tiene claro que ese nuevo cliente que no llama, ha perdido el carné de referencia y por eso no se asienta ese negocio. Ahí veo mi almuerzo, aunque todavía sin cubiertos y sin clara dirección del restaurante donde sirven esas viandas, que ya casi realmente lo saboreo pues las once pasadas ya han pasado…Que no lleguen espasmos a mi cuerpo antes de yo vencer interrogantes que lo paguen del todo, pero también cancelen bien las partes…             (continuará)




2 comentarios:

Europa Prima dijo...

De los intimos encuentros con la suerte, esperemos ver con buenos ojos en qué deriva este hallazgo... por ahora como promesa que es, promete...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO dijo...

deambulo encontrándome tarjetas, entre el crepuscular beso callado que me brinda la luz, para luego volverlas a su sitio, un bolsillo, una cartera, una puerta, el gentil obituario de un sin tiempo, como todos yacemos al dormir y un segundo antes en el lecho, cuando el gesto del alba sin permiso nos abre los ojos...........

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