viernes, 4 de marzo de 2011

CARTA ABIERTA AL ENIGMA (4) Un cuento de José Ignacio Restrepo



LOS OTROS NOMBRES DEL MUERTO (4)

por
José Ignacio Restrepo

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Samuel ya no recordaba bien, los todavía cercanos días de su larga condena en prisión. Sabía que todos esos años habían causado tal maltrato en su alma, que le era difícil rememorar ahora eventos concretos allí en la cárcel, pues habían nacido motivos nuevos para soñar la llegada de cosas verdaderamente buenas en su vida y esto hacía incoherente la necesidad de recordar esa otra parte de su historia. Es sábado, acaba de organizar el piso y se queda mirando todo, hasta llegar en una circunvolución a la foto de su hijo. Sin pensarlo más, toma la chamarra pues el día está un poco nublado, y sale a cumplir otra meta, como las anteriores cuyo noble interés no podría ocultar que todo puede tener un final insospechado.
Escucha con paciencia y sin vértigo, el tono de la operadora, mientras busca electrónicamente el número de la casa de los abuelos del niño, y luego, en solo instantes una voz de joven educado, que contesta:
- Si, ¿a la orden? ¿A quién necesita?
Tarda solo un instante, comprometido, para tomar impulso…
- Hola hijo…Soy yo, Samuel. Tu padre…
Se quedó allí confiadamente, escuchando un poco la respiración del muchacho, unida por la línea con la suya propia, imaginando si había habido mejor forma de saludar a un chico que te ha tenido que poner en el olvido, en esa gaveta oscura de donde solamente alguna veces extraemos cosas por obligación o sutileza. Se sorprendió por el paso de su silencio a su voz, en tan poco tiempo.
- Cómo está papá, cuando salió de allá… ¡Qué alegría oírlo!

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Sin interrogación y con el tono adolecente quebrado, por el ansia infantil, Samuel supo que no había deterioro, sino un hambre sin medida ni tiempo, por ser saciada entre ambos, y de esa huella vocal salió nuevamente su palabra, esta vez verticalmente paternal y acalorada, preguntándole al chico por su vida, por sus días allí con los abuelos, por el estudio que nunca había visto esfuerzo o fruto y añoraba saber cómo lo hacía, con que carácter moral enfrentaba ese su trabajo. Conversaron casi media hora, y él debió prometerle que iría pronto, que nada detenía esa intención, que era un propósito vivo en su mente y corazón, y ningún obstáculo podría impedirle concretarlo, ahora que era un hombre libre. Le preguntó sin pensar, espontáneamente, si le gustaría tener una mascota, y el chico dijo que si, que él quería, y entonces supo que mañana, que era día de visitas haría un viaje largo, con pasaje de ida y de regreso, con todo cubierto, sin riesgos de perder sus propias huellas, para rescatar a un amigo muy peludo y traérselo a su hijo, darle al Suertudo una mano, y devolverle el cariño entre los días por venir de su fiel hijo.
El viaje fue largo, tortuoso porque la carretera se había dañado mucho por las lluvias continuas y la poca atención. Al llegar al penal, y tras una corta petición, que pareció atinada y procedente a su amigo el guardián Gómez, Samuel Carvajal entró a su antiguo patio y con solo cinco minutos allí, los recuerdos se devolvieron aparatosamente, hasta sacarle por la fuerza lágrimas de agradecimiento, por haber logrado superar ese momento, largo y difícil. Estaba dándose fuerza para empezar a preguntar por él entre sus antiguos compañeros, cuando el peludo amigo surgió por un pasillo que da al patio, brincando alegremente en las cuatro paticas aventureras, de él tan conocidas. Samuel esperó, pues no quería obligar al minino a dejar este lugar, sin que fuera su propia intención la que diera como acertada dicha resolución. Cómo si escuchara su reflexión, Suertudo apresuró el trote, con solo distinguirlo y en franca carrera saltó a sus brazos, cunado no tuvo duda de que se trataba de su compañero de presidio que había llegado por él, porque solo había salido a componer unos asuntos y volvía por él, como tantas veces le había en silencio prometido.

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Ya en la cajita, mientras caía la tarde del domingo, el gatico dormía pese a los brincos del autobús, en la dañada carretera. Había venido confiado completamente, y con un poco de alimento que había llevado, lo conquistó para emprender el viaje de retorno al nuevo hogar, mientras planeaba como llevárselo a Fabián, que igual que el gato pero en una magnitud consciente y gigantesca, había decidido esperarlo para construir algo vivo sobre lo que se había detenido, un nuevo tiempo de afecto y experiencia sin dolor.

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Timbró con la mano izquierda, mientras con la derecha sostenía los paquetes envueltos como regalo, en papel de fantasía, aunque hoy realmente en esta casa nadie cumplía años ni se celebraba alguna otra cosa. El hombre viejo, el dueño de la casa, como corresponde abrió y se quedó mirándole, sin blandir su gesto como arma, lo cual ya era un avance.
- Con confianza, hijo…Dame un abrazo, lo hemos criado lo mejor que hemos podido…
Samuel colocó las cosas que traía sobre el suelo, al no hallar mejor forma de librar las manos para poder abrazarlo, y llorar, para poder reciclar de alguna manera todos los sentimientos retenidos, que desde ayer cuando decidió venir, sabía se saldrían como presa rota cuando le abrieran la puerta, de la que otrora había sido su segunda casa. Cuando le vio en el primer peldaño de la escala se empezó a calmar de forma sazonada, natural, paterna.
Fabián no corrió. Se quedó allí diciéndole sin hacerlo, que se entrara, que él conocía ese pasillo a ojo cerrado, porque esa siempre había sido su otra casa, y los papás de ella eran también suyos, porque él fue siempre un esposo gallardo y a ellos nunca les había faltado nada, hasta que él faltó, y no quedó ni aire para seguirlo viviendo en su ausencia. Samuel hizo lo que debía y caminó hasta dentro, mientras caía al suelo en las rodillas como pidiendo perdón a un hijo pequeño, que en un instante fatídico del viaje se había perdido, para llegar ya grande, crecido como vástago reconocible de fuerte árbol, que declara al bosque la naturaleza de su sino, el color definitivo de su origen.
El viejo fue recogiendo los paquetes, algunos envueltos en papel de fantasía, sonriendo. Aquel sería un día memorable, en su casa había otra vez la risa de aquel ser al que sueña dejar todo lo que hay allí, por su valor ante el destino que lo había derribado de muerte, y ante el que no claudicó, porque es un hombre que solo sabe vencer…
* * *
Hace rato ya era noche cerrada, y Samuel debía volver a su casa, aunque el abuelo del niño le había repetido que se podía quedar el tiempo que quisiera, pues él era otro miembro de la familia y era un derecho que tenía más que ganado. Él prefirió declinar para volver otro día y quedarse por un tiempo más extendido, algo que había acordado con el muchacho, pues tenían tal atraso que ponerse al día les iba llevar mucho tiempo.

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En la alcoba el chico le mostraba fotos de sus pruebas nadando y haciendo piruetas con sus amigos, en la bicicleta, que a Samuel le parecieron riesgosas pero que Fabián le dijo que ya no había peligro pues él las dominaba de tanto repetirlas. Samuel eligió el momento en que el chico hablaba de enfrentar el miedo y asumir riesgos , para explicarle lo que estaba tratando de hacer para hallar las huellas del hombre al que había matado sin ninguna culpa, con el propósito de vindicar ese hecho ante sus seres queridos si por ventura los hubiera, y él les encontrara.
- Si papá, de alguna forma vas a conseguir ubicar a esas personas para no solo explicarles que no tuviste responsabilidad en lo que ocurrió sino que además todos hemos salido golpeados…

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Samuel abrazó a su hijo como nunca lo había hecho antes. Se dio cuenta de que en su ausencia se había constituido en un ser generoso, sin arrogancia y lleno de carisma, y dentro de sí dio gracias infinitas por encontrar la tarea adelantada de tan excelsa forma, como seguramente muchos padres no pueden hacer, a pesar de haber dado de sí lo mejor para formar a otro que le sigue los pasos.                 ( Continuara )

JOSÉ IGNACIO RESTREPO Copyright ©
• Reservados todos los derechos de autor

1 comentario:

Europa Prima dijo...

Como la primera puntada de la que depende el sí o el no de la buena costura, esa que une una parte con la otra, y por extensa o punteada que sea, depende la primera bien dada, borda Samuel este momento como si fuera más que de tela los rotos, encajes de bolillos...

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