martes, 8 de marzo de 2011

CARTA ABIERTA AL ENIGMA ( 6 ) / Cuento de José Ignacio Restrepo

LOS OTROS NOMBRES DEL MUERTO (6)
por
José Ignacio Restrepo



5
Lo que para Samuel sólo tenía el marco emocional que él mismo le había dado, gracias a la experiencia de vida que arrancara aquella noche aciaga de su vida, en la Fiscalía se convirtió en una investigación de oficio, por el momento, pero que en la medida en que avanzara adquiriría su razón de ser, nombre e implicados. Ahora solo constituía el dosier de tres investigadores y un archivista, quienes seguramente en poco tiempo arrojarían resultados. No en vano el personal de peritos que maneja, es considerado entre los mejor capacitados del mundo. Lucía no tenía ninguna duda, de que esta extraña situación pronto se esclarecería, y Samuel tendría entonces los motivos suficientes para seguir con ella, o con quien fuera, limpio de corazón y con la mente dispuesta para continuar con su vida lejos de aquel percance, con las consecuencias cerradas y todo en su lugar.
Samuel empezó a trabajar en una carpintería, gracias a la formación que alguna vez tomó en el Instituto Politécnico, previa a su pregrado como Ingeniero, profesión que ejercía hasta que entró al penal. Allí lo encontró Lucía por la tarde, sentado en el escritorio del dueño, que recibía de su nuevo empleado algunos otros apoyos de corte administrativo que pueden ayudar, pues la experiencia de Samuel puede auxiliar al negocio, que ahora lo acoge sin importar lo que haya ocurrido en el pasado. Don Efrén, quien trabaja allí en su propio negocio junto con su hijo y otros dos auxiliares, le ha brindado a su nuevo empleado la oportunidad de restituirse y seguir con su vida, pues Samuel le ha referido sus antecedentes, a lo cual el viejo, como le dice su hijo, simplemente ha restado importancia, aduciendo que todo aquello que ya pasó no merece siquiera gobernar un segundo del presente en nuestras vidas. Por la puerta hace su ingreso una persona muy especial…
--  ¡Hola mi amor, que lugar tan especial el de tu nuevo trabajo…!
--   Ah, Lucía, mi amor, qué bueno que llegas. Te presentaré a don Efrén, que es al artífice de este lugar de magia entre proyectos y madera. Ven…


El viejo cerró la carpintería y llevó hasta la sala de su casa a su nueva adquisición, en compañía de su novia, donde los instaló junto a su hijo, mientras iba por unas bebidas a la cocina. Cuando se sentaron, empezaron a compartir el hecho mismo de estar allí, gracias a la confianza de don Efrén y su hijo,  beneficio que Samuel prometió devolver con acciones y trabajo, pues en sus palabras, no es ya un hecho corriente que las personas se ayuden sin conocerse de antemano. Don Efrén adujo que en eso él se equivocaba pues así como no había secreto entre la madera y él, su experiencia le había enseñado que los hombres, las personas, son como piezas talladas que pueden sufrir fracturas por el mal uso o por una fuerza mal hecha, y que con posteridad a ese hecho pueden ser restituidas a una vida útil, simplemente corrigiendo por medio de un ajuste, ese defecto o fractura, que momentáneamente les baldó, arriesgando la jornada total de su existencia. Vino luego la exposición de ejemplos que sustentaban para él esta disciplina filosófica, entre los cuales su propia experiencia fue expuesta con detalle pero sin elocuencia…
-  Yo mismo soy en buena parte el resultado de un respaldo sin condiciones, que de no haberse dado como ocurrió quizás yo, este Efrén, que ustedes ven tan jovial y dispuesto, acaso no existiría; de otro modo, de pronto,  vaya uno a saber si con más cualidades que defectos o al contrario…
Nos contó sus problemas con la justicia siendo joven y novato, un muchacho orgulloso al que le faltó la compañía del padre y por tal motivo su concepción de la autoridad era floja, no bien orientada ni determinada. De correccional en correccional, cayó en las manos de un Maestro Tallador, que lo tomó como aprendiz, y empezó a formarlo en todos aquellos aspectos del carácter que la poca relación con su verdadero padre no llegó a hacer fructificar. En cinco años de seguimiento, Efrén Bedoya se convirtió en un maestro del trabajo ebanista y al mismo tiempo en un ser humano digno, de alma bien perfilada y listo para enfrentar cualquier momento difícil, de aquellos que pueden causar daño en la estructura interna, que es la que soporta el peso de las vivencias, sean estas favorables o tristes.

Cuando llegaron a la pequeña alcoba, que ya conocía el aroma del perfume de Lucía, Samuel cerró la puerta y la miró, como pidiendo excusas por la sencillez de su espacio, y la pobre ornamentación. Ella notó, pegados a una lámpara de cordón, que colgaba en la esquina que daba a la ventana, todos los papelitos que hasta el momento ella le había escrito y que al encenderla semejaban mariposas prendidas de la luz, cuyos colores acertadamente alumbraban por la transparencia del papel que usaba ella. Su sonrisa podía realmente hacer diminuto el más desagradable de los momentos, pues ella colocaba las cosas en su justa dimensión. Todo era secundario a partir del momento en que estar allí por decisión personal, constituía la partitura en que lo demás debía articularse o desaparecer de la visual. Era aquella lámpara con sus mensajitos pegados una especie de parasol, que dotaba de una tibia penumbra el resto del espacio de la humilde alcoba, y ellos, como planetas que devuelven calor a su pobre sol, empezaron a calentarse y a calentar el vino que traían de la casa del viejo…
-  Debes ser la más bella cordillera, desde este lado del mundo y hasta donde el azul de mi mar se reconoce…
-  Acaso, esta suma de montes, unos volcados hacia el cielo por puro mito y otros atendiendo señales de inconmovibles estrellas, que luego aunque en el día busque, no se encuentran, están listos para ser bautizados por la sal que dejaste, y solo ahora recuerdo que lo hiciste. Ponme nombre, anda, bautízame que te lo estoy pidiendo, mi querida lámpara de vida…

Unidos como solo hacen quienes ya han comprendido, que forman parte de una especie de unidad que no puede disolverse, Samuel y Lucía se sumieron en al acto de amor más bello y eficaz, que permite olvidar todas las negaciones, todas las displicencias de la vida y el olvido que ella hace de nuestros pedidos, aunque sean tan simples de satisfacer como darle de soñar a algún niño. Al amanecer, cuando terminaron la larga seguidilla de caricias, Lucía le volvió a prometer a Samuel, que esclarecerían todo, más pronto que tarde, ella estaba segura de que así sería.

*  *  *

Cuando se despertó ella ya se había ido. Tomó de la mesilla una notica azul celeste, en donde le deseaba un día sin ningún corte de más o de menos, y tras sonreír, lo pegó con un alfiler pequeño de la lámpara cercana a la ventana. El tráfico ya producía su ruido característico y Samuel se prometió, que no se cortaría las manos pues en ella llevaba el recuerdo vivo de la piel de su mujer, y no sería justo señalarla de esa manera.
Cuando llegó a la carpintería don Efrén le saludo con el recado de Lucía, que necesitaba que la llamara a la Fiscalía…De su voz no salió ni una palabra, pero por dentro ensayó una oración sin palabras, pidiendo que un gesto del destino lo bendijera a él, y fuera una noticia sobre lo que él esperaba.
-  Mi amor, no vas a creerme…
Samuel, se quedó atónito. Su rostro se contrajo de una manera, que pareció realmente otra persona, cuando escuchó completamente los hallazgos de quienes investigaban, narrados casi corriendo por la que se había convertido en su ángel de la guarda.
-  Por Dios, Lucia…
El hombre se sentó, con el auricular aun en la mano, la mirada extraviada y el rostro demudado. Parecía enfermo cuando colgó y le respondió a don Efrén, que le miraba muy preocupado…
-  Don Efrén, Lucía me acaba de llamar. Los investigadores encontraron al hombre que supuestamente maté…
-  Si, mijo, ¿en qué cementerio?
-  No, don Efrén…El hombre está vivo…                 (Continuará)

2 comentarios:

Europa Prima dijo...

Detalle de esa filantropía que te hace tan excelso escritor como ser humano, que bello simil del alma y la madera, detalle de la sutileza del amor cuando es el actor protagonista y poeta, y la sorpresa... no hay muerto, sin muerto no hay deuda... decir perfecto es injusto por defecto, es más que eso.

JOSÉ IGNACIO RESTREPO dijo...

Nunca hubo muerto...Fue solamente un accidente fatal, pleno de sufrimiento, como las historias que creemos nunca pasaron aunque en nuestras propias manos sucedieron...

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