sábado, 19 de marzo de 2011

DE UNA BÚSQUEDA PAUSADA POR LA MAGIA ( 2 ) / Un cuento de José Ignacio Restrepo


EL VIAJE
DE LA ANUNCIACIÓN (2)
por
JOSÉ IGNACIO RESTREPO


Cuando ella entró, aún no estaba seguro que viniera a la cita. Sólo al sentarse e iniciar la plática entendió que la transparencia de aquella mujer era con mucho superior a la suya. Lo había reconocido, había entablado con su corazón la dolorosa premisa de decir que lo recordaba así no supiera en donde eso había ocurrido: Realmente hizo el recorrido de tan grande distancia PARA LLEGAR HASTA AQUÍ, mientras él solamente había esperado , tal vez porque era él quién debía aprender la excelsa facultad del reconocimiento, de la inconsciente búsqueda entre vericuetos oscuros y segundos lentos y engañosos...Se había creído el iluminado y ahora lucía más bien como otro más de los hombre que han visto superadas sus dimensiones y su ego, por quién esperan para dar doctrina, detenido en aquel lugar por el ansia de poder y el convencimiento de guiar a alguien hacia su propia luz.
Todo, en un instante se había vuelto claro. Tuvo la tentación de pensar lo que iba a decir, pero los años pasados sin ejercer tal método obviamente pesaron más, y simplemente no hizo el esfuerzo...

*  *  *

Bertha casi terminaba de comer. Mientras, ninguno de los dos había dicho palabra, como si se prepararan para lo que venía. Pero, realmente no estaban haciendo eso.
- O sea que usted, quien quiera que sea, estaba seguro que yo llegaría esta noche aquí...
- ¿Lo estaba usted respecto a mi? Señora, yo no soy la causa de lo que le pasa igual que no es usted el factor que me ha retenido en este sitio. Es más una conjunción de líneas, de circunstancias avenidas como causa y efecto en la existencia de cada uno, que están intrínsecamente determinadas y confluyen en este momento. Usted debía estar aquí, así fuera a costa de sí misma, quiero decir, de su juicio, y debieron transcurrir muchos instantes -días completos- para que el desafío instintivo de sus actos se le hiciera una evidencia confiable...¿Acaso tiene pánico? ¿Se encuentra demente o incapaz de leer aquello que leen sus sentidos? Bertha, usted ha decidido que no tiene porque pensar lo que ha de hacer el siguiente día, la inteligencia no puede pensarse y usted ha hecho un viaje largo para comprender la noción de que estamos simplemente desenvolviendo la cuerda de nuestro destino...
- Usted también está...¿cómo fue que dijo? ¿en contra de su deseo?
- Verdaderamente soy una persona sin intenciones y por lo mismo carezco de deseos. Sabia que una mujer llegaría aquí esta noche, pero no intuía su lucidez ni la trascendencia de su búsqueda...No presentía el vigor profundo que anidado traía en el fondo de sus ojos castaños...


El comentario tuvo un carácter admirativo y ella se sonrojó involuntariamente. Él volteó un poco y miró hacia el otro extremo del lugar, como para disculparse...
- Me gustaría invitarla a una botella de vino...
Ella, contra cualquier prevención armada de antemano o prescripción de su carácter, asintió de inmediato -después de incendiarse la granja hasta  sus cimientos no tenía sentido preocuparse por la puesta de las gallinas -. El hombre de la barra, ante el gesto de su compañero de mesa, trajo una botella de vino rojo, de marca chilena, curiosamente su favorita.
- Debe ser su marca preferida...
- Es verdad, ya no me sorprende que usted lo supiera...
- El gesto mágico ha sido, si me perdona, esta vez de nuestro amigo el camarero...
Bertha rió. A pesar de ignorar su nombre, de no saber casi nada sobre su interlocutor y de lo raro de este momento, se sentía perfectamente confiada de estar a su lado. De hecho, no pensaba que los que estaban allí sospecharan siquiera un poco de lo que le estaba ocurriendo, mientras sentía que la densa preocupación que dos horas antes la llenaba simplemente se desvanecía.
Repentinamente, el nombre Leonardo apareció como una bombilla de mil vatios en su cerebro e instintivamente la palabra se moduló en sus labios, mágicamente...
- Leonardo...


- Sí, ese es mi nombre. Ya pensaba que no iba a poder decirlo...
Acto seguido, el sujeto extrajo una cédula brasilera del interior de su chaqueta, y junto a su pasaporte, la extendió en la mesa, cerca a ella. Tenía 41 años, era natural de Bahía y su nombre completo era Leonardo Saintclair da Oliveira...
- Mi padre era francés. Marino. Su último viaje terminó a dos millas de Bahía, en los arrecifes, una tarde tempestuosa en que mi madre y yo lo esperábamos, viéndolo todo en la distancia. Ese día fue la última vez que lloré. Tenía 9 años...
Bertha miró la mesa y vio un charquito delante del sitio donde apoyaba sus brazos. No era vino, había sollozado sin advertirlo, al escuchar aquella remembranza, igual que si recordara un dolor propio y profundo.
- Bertha, usted y yo somos casi contemporáneos...
- Si , señor Sainclaire...
Él le acerco un pañuelo...
- Mire, es preciso que le comunique algo importante...
Ella se enderezó en la silla, como si fuera condición para entender bien las palabras que venían.
- Quiero que sepa que es usted no yo, quien posee la mayor y mejor energía intuitiva. Mí propia lucidez acerca de nuestro encuentro, ocurrió hace tan sólo unas horas, acaso dos, antes que usted entrara por esa puerta. En cambio, su desarrollo de algo más de 100 horas, durante las cuales enhebró un acto con otro, potenciando su voz interior hasta un tiempo apenas probable que la llamaba desde aquí, todo ello habla de un enorme poder. Debe comprender que después de hoy y aunque reniegue de esta condición, ya no podrá pensar sin intuir primero firmemente. Dinamizar y mejorar depende en todo caso de usted, igual que sucede con todo en nuestras vidas.
El hombre hizo silencio no sin antes dejar escapar un pequeño suspiro. Ella se veía tranquila, jugueteaba con el sorbo de vino que había dejado en su boca, antes de tragarlo y admirar como nunca el calor que llenaba su estómago. Pensó que inconscientemente quería evitar que él se fuera, dilatando el final del encuentro, cualquiera que fuera. Todas las palabras de aquel aparecido, habían arrojado alguna luz sobre ella, sentía algo bueno, confianza, se había ido el vértigo, y no era por él, no era él quien propiciaba estos sentimientos. Realmente, los últimos cuatro días ella parecía otra mujer. O quizá lo era...



- Está muy callada...
- El vino está delicioso...Nunca sospeché que algo como esto, tan descabellado, podría recibir de alguien una explicación tan razonable...
- No es explicación. ¿Recuerda el tono de la voz de su padre, tarde en la noche cuando le leía cuentos antiguos para que lograra dormir, siendo usted niña?,¿recuerda esa sensación de especial entendimiento con los personajes que su voz recreaba, esa confianza central en que todo al final terminaría bien, independientemente de lo que pasara en la historia? La niña que usted fue siempre ha esperado que las cosas vuelvan a suceder como en los cuentos, con estructuras en orden y finales felices, comprensibles. Pero al crecer y advertir las profundas dificultades que conlleva enfrentar la realidad, aquella música interna que asoció siempre con la claridad de los cuentos simplemente dejó de escucharse...Hoy no celebramos un descubrimiento  sino más bien un reencuentro...
- Reencuentro...qué hermosa palabra...

*  *  *

La mujer me observa con su enormes ojos castaños y me digo que hubiese querido escuchar su voz. Hubiera sido perfecto que ella fuera "mi cita a ciegas", esa a la que yo pretendía que esperaba. Pero no, una mujer tan aparentemente conservadora, no. Qué lástima, sea cual fuere el contacto no ocurrió hoy. Había esperado en vano.
Me pongo de pie y comienzo a disponer todo esto en un lugar adecuado para recordar, mientras coloco el importe de mi consumo sobre la mesa. Al dirigirme hacia la puerta observo por última vez a la dama, que parece dormitar vencida por la fatiga. Sé que para cuando ella despierte ya me habré marchado de este lugar.



*  *  *

- Señora, su habitación está lista...
El camarero que los había atendido la miraba tranquilamente, mientras le extendía la llave con su mano derecha. Bertha volteó, recorriendo con sus ojos el lugar, sin ver a su compañero de las últimas tres horas. Los otros dos parroquianos seguían allí...
- El hombre, el que estaba conmigo, ¿acaso está en la letrina?
- Perdón, no le entiendo...
- Si... El tipo alto, de unos cuarenta años...Hace tres horas estoy hablando con él en esta mesa...
- Discúlpeme usted señora si la contradigo, le ruego. Mi turno de trabajo comenzó a las 6, usted entró aquí hace cosa de cinco minutos y no ha hablado con nadie, salvo con este servidor para pedirme una habitación. Esta es su llave, disfrute de su descanso...
El empleado se alejó rápidamente. Bertha no quiso insistir. Observó su reloj y vio que marcaba las 11 y 7. Estaba funcionando nuevamente. No había señas del consumo sobre la mesa, que estaba impecable y seca. El reloj sobre el mostrador coincidía con el suyo. El tiempo no había transcurrido. Simplemente había soñado tres horas con un tipo brasileño y su historia, una explicación de su propia vida y una botella de vino tinto, todo en un espacio de unos cuantos segundos. Era imposible.
Meditó. ¿No era acaso el epílogo justo para su aventura de conocimiento?



*  *  *
Bertha aterrizó a las 4 y 30 de una tarde soleada de Agosto, cinco días después de haberse ido sin despedirse de nadie, ni conocer en absoluto su destino. Antes de llamar por teléfono a su marido, entró a una farmacia en el terminal aéreo, y compró una prueba de embarazo. En el baño, al mirar el resultado, estuvo segura de que sería varón, y se dijo, no importa lo que quieren los demás, se llamará Leonardo...

FIN 

2 comentarios:

Europa Prima dijo...

No es sólo por la historia el vértigo, es por el puro presentimiento de hallarme en toda forma entre renglón y letra... como el recuerdo, como el reencuentro, como ese día que supe hallado el tesoro que ignorante esperaba, en lino desde entonces lo guardo hasta que vuelve el reloj a marcar su hora, o acaso, por la onírica fortuna, para siempre se detenga...

JOSÉ IGNACIO RESTREPO dijo...

De las cartas encintas de tu talle, lacrado del ombligo hasta la sombra donde surge tu vida diariamente, suelo tomar los signos y esta vez ellos tomaron de ti sin conocerte ni saberte, ni verte, como lo hago yo acaso destinado a ser vereda para mi pie, y para tu sueño...letra sumisa para el juego encendido de mis manos...

Publicar un comentario