lunes, 9 de agosto de 2010

EL CUENTO DEL AUTOR / DE ESCONDRIJOS MORALES Y HUMANAS MÁSCARAS

DOS POR UNA DOS(2)
por José Ignacio Restrepo

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Era inútil pretender que el actual estado de cosas no había lentamente derivado, hacia una sicosis intermitente con picos altos y bajos, semejantes a los que experimentan aquellos que sufren dolencias sicoafectivas, esquizofrénicos, y esa gente que no tiene ni nombre, ni inspira respeto, o afecto, acaso apenas entre sus familiares. Pero, por desordenados que estuvieran sus nervios, ese no era precisamente su caso, ni lo sería nunca. Estaba muy bien de la cabeza, prueba de ello era su permanente mejoría en todas las variables, en las que comúnmente casi todos los que conocía, iban francamente en desmejora. Sus finanzas se liberaban de la dependencia laboral, en unos meses pensaba dejar el sitio donde ahora laboraba, cuando ya no haya que seguir haciendo lo que está haciendo…No le es fácil, decirlo, así sea en los internos bordes de su cerebro, decirse que toda su actual felicidad se basa en el robo, no le produce satisfacción. Es cierto. No se siente particularmente orgulloso de estar robando en su empresa, pero ¿acaso las personas no saben que cada uno de los pesos que se pierden o deterioran tienen una especie de DOBLE, un clon que opera como seguro y que restablece su valor, si el primero desaparece? Las personas lo ignoran, pero ese es el fundamento del sistema de los seguros financieros, fundamento sin el cual no funcionaría todo lo demás, gobierno, sector privado, todo…
En esos pensamientos deletreaba sus emociones, contradictorias, y algo desequilibradas, mientras pasaba la calle, hacia la parada del autobús, que normalmente se detenía allí seis veces en la mañana, y tres en la tarde, o sea que el último vespertino estaba por llegar. En media hora, estaría cocinando el tierno filete que llevaba en la bolsa, descorchando la botella de Rioja, que estaba enfriando su antebrazo en este instante, y planteándole al futuro algunos pormenores, que esperaba no fueran tomados como exigencias, no. Había traspuesto ya, el territorio en donde debía planear cada una de sus acciones, entre posibles de llevarse a cabo y obligatorias de hacerlo, ejercicio que casi siempre se inclinaba hacia lo segundo. El robo continuo ya completaba ocho meses, y si no fuera porque compartía el riesgo de efectuar el trabajo con su compañera, lo que obligaba a pagarle un 40 % del total, ya se habría distanciado de este lugar, para buscar un sitio inmejorable donde establecerse definitivamente.
Al otro lado de la ciudad, una Celia desconocida para la humanidad entera, preparaba la comida para su hijo, que tarareaba una cancioncilla de moda, en tanto veía al cantante en la tele, que tenía el volumen en off.
- Tienes buena voz, Roberto…puedes hacerlo más alto…
El niño, que ya estaba ganando en peso y en rasgos, acercándose a la pubertad a toda velocidad, agradeció con una sonrisa el comentario estimulante de su mamá, cantando más alto, con una devoción que mostraba su vocación creciente, y una aptitud notable en la entonación y la métrica, que mostraba que para él aquello no era juego, ni moda, ni nada por el estilo. Celia sonrió, pensando cosas hermosas, ensoñaciones tontas diría cualquiera, pero cualquiera no sabía nada, y por eso sus pensamientos lucían tan cercanos a la realidad, como nunca jamás habían estado. Su hermoso hijo Roberto, tenía suficiente voz y belleza, para constituirse en un cantante brillante, acaso soñar con que Roberto se formara para cantar en la opera, no era nada descabellado, en las actuales circunstancias …..                                       (Continuará)

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