lunes, 31 de mayo de 2010

CONSIDERACIONES SOBRE EL CONOCIMIENTO DE LO SOCIAL Y LA SOCIALIZACION POLITICA



A manera de preámbulo, debo empezar diciendo que creía saber más sobre estos asuntos, sobre todo porque durante mi pregrado de sociología sostuve un enamoramiento platónico con el estructural-funcionalismo, el cual debo admitir hoy no fue tan largo, profundo ni productivo como tantas veces cavilé. Los nuevos encuentros, más cortos, han despertado aquel viejo apego del año 92, que de alguna manera dormía un sueño perezoso y malsano, y que convirtió el Estructural-Funcionalismo en uno de los cuerpos doctrinales envejecidos prematuramente sin culpa en mi cerebro.

Entonces, lanzo un viva andaluz por todo esto. Con un poco de vergüenza intentaré componer estas consideraciones, que acaso surgirán incompletas y hasta contradictorias, pero llenas del ánimo del reencuentro con estos temas del Conocimiento Social y el desarrollo de la Inteligencia Social en la Interacción con el medio.

Tengo una concepción personal acerca de la forja de la noción del otro y la toma de perspectiva durante la infancia. Creo que la estadística social todavía tiene mucho quehacer en este asunto. La impresión que dejan las lecturas es que la confrontación cada vez más cualitativa, choca con los “viejos” estudios de hace treinta y cuarenta años, que no alcanzaron a construir un corpus suficiente, dejando vaguedades en la formulación de los modelos comparativos, lo que ha hecho muy difícil su uso para los nuevos interesados. Además, sumado a este primer asunto, creo que es posible servirse de la transdisciplinariedad, puesto que los objetos a buscar con el soporte de estas teorías pueden variar de un lugar a otro, lo que hace improbable obtener resultados renovados y certeros al trabajar cada uno, como se sigue haciendo, en pos de preguntas particulares y sobre hipótesis construidas en laboratorio. De tal forma que la nueva ortodoxia apunta a la combinación de técnicas y esfuerzos profesionales y a la consideración de elementos sistémicos que se presenten en los diferentes modelos, los cuales sirvan como guías en la formulación y valoración teórica.

Frente a este tema en particular, los llamados dominios (escenarios sociales que congregan funciones de los elementos que componen un sistema social) aparecen como guías para quienes hacen parte de los grupos dotados y tambien para quienes subsisten en medio de un juego de tensiones. Los elementos que sistematizan la cultura de los individuos deben ser leidos de forma clara, puesto que solo esta premisa funcional permite que los conflictos alimenten el sistema, en sus diversos momentos de desarrollo. Las prácticas de resolución de tensiones no son más que experimentos de laboratorio, que han superado diversas fases de prueba, las cuales entregan su resultado en la realidad social hasta convertirse en garantías. El Funcionalismo se convierte en una máquina que permite a la sazón comprender cómo una amalgama de sentidos razonados por una comunidad, a partir de garantías construidas sobre la interacción de tensiones de diversa índole, hace a todas y todos con sus símbolos y creencias sujetos importantes para la sobrevivencia del sistema.

Pero, ¿qué pasa cuando se rompen garantías tales como la regeneración social del sistema, cuando dejan de sostenerse tensiones necesarias para el mantenimiento de las garantías políticas, económicas y sociales? El propósito de la regeneración de los arquetipos es de tan complejo orden, que valorarlo en unas notas se hace imposible: valga explicar que representaciones como la educación, la familia, el ordenamiento de los poderes y los gastos de la administración del estado, podrían relacionarse por algún punto desde la óptica de los sistemas, y el respeto por su acción no puede provenir de la importancia que algún grupo social le otorgue según el monto de sus intereses, en el plano de las garantías. Por el contrario, para efectos del sostenimiento de los equilibrios del cuerpo social, debe ponderarse con igual importancia cualquiera de los aspectos que participen activamente del presente.

La necesidad de fortalecer el sistema educativo y algunas acciones del sistema de seguridad social, que permitan al Estado allanar los vacíos de estructura que actualmente presenta la población de más escasos recursos, es uno de los movimientos iniciales, que supondría una decisión a favor de la tensión sistémica(la educación y la protección de los bienes culturales son acciones que generan confianza en quienes soportan la tensión de ser gobernados, lo que hace de dicha gestión política un acto de fortalecimiento de las garantías sociales) La puesta en marcha de mejoras sustanciales en este renglón demorará, por colocarnos en un supuesto estimable, más de un lustro. No será uniformemente ejecutada y posiblemente solo arrojará resultados al cabo de una generación. La dilatación en el diseño, planeación y puesta en marcha de estos programas producirá la pérdida de características estructurales en nuestros perfiles sociales, algunos de los cuales están ya muy deteriorados, al ser objeto de actos de discriminación que provienen de muchos lugares de la sociedad.

El reconocimiento de los conductos simbólicos que permiten a una sociedad su regeneración continua, en la salvaguarda de los procesos determinantes para el sostenimiento de su desarrollo potencial, da origen al estudio de la Fenomenología Social. Los aspectos cotidianos de la vida humana, el desarrollo de la Mismidad, de la noción de perspectiva sobre las cosas y los otros son aspectos de la vida limitadamente legibles, por estar cargados de la dificultad de interpretación simbólica que ha dado lugar a su estudio y abstracción. Desde estos lugares aparentemente reconocidos por todos, se ejecutan los actos de construcción y deconstrucción de las estructuras sociales, que es igual a decir que allí nacen las sociedades. La externalización se detiene cuando ya no somos capaces de ponerle sentido o claridad a un acto cotidiano, sobre el cual descansaba un valor simbólico objetivado, una tradición o un bien cultural. Cuando hemos transformado la familia, por poner un ejemplo, lo hemos hecho fundando un sentido sobre otro, aunque muchas veces debamos reconocer que lo que hacemos es dejarnos vencer del sin sentido histórico perdiendo además un bien en él. Y si la Educación es una herramienta necesaria para la correcta Internalización de los procesos culturales, en la existencia de los individuos, ¿cómo garantizar un grado de respeto por las acciones de construcción cultural, si estas no tiene más guía que los apetitos volcados de los sujetos, animados por el mercado y los medios masivos de comunicación?

La internalización como proceso necesario para la permanencia y reposición de las estructuras culturales, económicas y políticas, no puede cumplirse de manera equilibrada, si no se concede la importancia que tiene como soporte de la Externalización. Y esa concesión, es más un acto político de adiestramiento colectivo que se concreta a favor de los continuos sociales, que una autorización de un grupo hacia otro que ha demandado esa acción. La Educación es sometida a cónclave en las altas esferas del poder administrativo, no para recibir estímulos presupuestales que permitan ampliar programas para quienes han sido expulsados del circuito educativo, sino para sustraer a la necesidad de los más pobres la expectativa o posibilidad de mejoría social. Es decir, se pacta en la antesala política para impedir el recambio social que debe ocurrir a partir de la preparación de las mayorías en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

La internalización como proceso formativo, permite la acción de los individuos en los dominios, determina el vigor y la forma de los enfrentamientos por roles y funciones, y delimita los marcos de regulación moral y ética, que sufren transformaciones en la medida que cambian los factores relacionales, en lo político y en lo socioeconómico. Sin embargo, es allí y no en las representaciones colectivas, donde deben construirse los pilares y las plataformas deben probar su fortaleza y ubicuidad antes de intervenir el terreno de las relaciones adultas, sean de individuos con ellos mismos, o de grupos que pugnan por un bien, un derecho o un beneficio.

En el transfondo, con marcos móviles y escenarios contrapuestos, los grandes sistemas de símbolos parecen ordenarse por sus propias fuerzas e intenciones. Los grupos sociales que no han recibido suficiente construcción, como los cientos de miles de jóvenes sin formación, que esperan como todos los demás una oportunidad para salir adelante, operan bajo contextos semánticos refugiados en la realidad por razones de autoridad o de miedo. Suelen ser sustraidos de su potestad para actuar en procura de sus objetivos, como si sus derechos tuvieran menos urgencia de ser resueltos y además sin su participación pudieran negociarse.

Los derechos de internalización social son las garantías que tiene cualquier población para comportarse adecuadamente en el sistema de tensiones del que forma parte, llamado Sociedad.

Entonces, debe ser la política el campo de la renegociación. La incapacidad del cuerpo social para reconocer la necesidad de fortalecer estas dinámicas, con el propósito de defender el campo de dignidades y los márgenes de acción de grupos e individuos dentro del sistema de dominios, se convierte en el problema mayúsculo que enfrenta al hombre de nuestro tiempo, no solo al que lo vive como conejillo de indias, en las regiones apartadas de la legitimidad o del buen hacer, sino tambien, y sobre todo, para aquel acostumbrado por sus circunstancias a obtener el beneficio de las acciones sociales, económicas y políticas de un país.

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