miércoles, 2 de junio de 2010

DEL CONOCIMIENTO EN SI



 

Las reglas del juego

Laura C. Skerk, UBA

 Introducción

En su teoría epistemológica,  Robert Brandom defiende una concepción inferencialista del conocimiento que, aun poniendo el acento en la noción de justificación,  no hace de ésta una condición necesaria para toda proposición que cuente como tal. Intenta así, mediante  un único  movimiento,  tanto  mantener la  centralidad de la noción de justificación como preservar la relevancia propia de los mecanismos fiables de formación de creencias. A este respecto, la argumentación brandomiana, expuesta en el capítulo 3 La articulación de las razones, pretende demostrar dos cosas:
1-    La autonomía de las prácticas justificatorias respecto de aquellas que involucran mecanismos fiables de formación de creencias
2-     La dependencia de los mecanismos fiables de formación de creencias respecto de las prácticas justificatorias.
Según esta línea argumentativa, entonces, es posible concebir una comunidad cuyo corpus de conocimiento se encuentre formado únicamente  por creencias verdaderas obtenidas mediante prácticas justificatorias, en tanto que la situación inversa (esto es, una comunidad cuyo corpus de conocimiento se encuentre constituido exclusivamente por creencias verdaderas fiablemente formadas) no lo es.
Es el propósito del presente trabajo discutir  la legitimidad de priorizar los procesos justificatorios por sobre las prácticas que involucran procedimientos fiables argumentando que la atribución de justificación involucra necesariamente  la atribución de  fiabilidad. En este sentido se discutirá la asimetría planteada por Brandom, negando la primera de las afirmaciones involucradas; esto es, la autonomía de las prácticas justificatorias respecto de aquellas que involucran mecanismos fiables de formación de creencias. Dicho de otro modo, se argumentará que hay una mutua dependencia de ambas nociones que se apoya, básicamente,  en el hecho de que la apelación a razones, la justificación,  constituye el caso paradigmático de procedimiento fiable de formación de  creencias. Por lo que la atribución de justificación inferencial, involucra la atribución conjunta  (implícita o explícita) de que el sujeto al que se le atribuye conocimiento se encuentra inserto en un mecanismo confiable de formación de creencias. A resultas de ello, no sólo se sostendrá la necesidad de mantener ambas nociones –consecuencia aceptada por Brandom- sino la de hacerlo en un mismo nivel de relevancia. 
Federico Pailos ha atacado los argumentos de Brandom, señalando que la comunidad que sólo justifica (Comunidad J) y  aquella que sólo apela a procedimientos fiables de formación de creencias (Comunidad F) presentan un comportamiento paralelo. Si una es implausible, la otra también lo es. En este punto, Pailos sigue la estrategia de mostrar la implausibilidad de una comunidad que sólo justifique porque entiende  que eso es lo que Brandom ha mostrado respecto de la comunidad sólo fiable. Por otra parte, si la comunidad Justificacionista es explícitamente sindicada por Brandom  como concebible, la comunidad Fiabilista, acota Pailos, también lo es. Nótese que, en este sentido, la plausibilidad es un requisito mas fuerte (y probablemente más ambiguo)  que la concebibilidad (definida por Pailos en términos coherencia explícita – o sea en términos de no contradicción). Su crítica, entonces, apunta a marcar una debilidad de la argumentación brandomiana, dejando abierta el veredicto respecto de la conveniencia de   una epistemología fiabilista por sobre una CVJ y viceversa. Solo quiero marcar a este respecto, entonces,  que, en principio, es este un  punto que queda indeterminado de acuerdo a lo que se dice en el trabajo.   No  es el caso de nuestra propuesta. En lo que sigue se defenderá la necesidad de apelar conceptualmente a ambos mecanismos (justificación y fiabilidad) no sólo porque de hecho así lo hacemos sino porque no podríamos no hacerlo.  
1-   Brandom comienza su exposición señalando la que, a su entender, constituye la motivación principal de la posición que denomina epistemología clásica; o sea la epistemología que define al conocimiento en términos de creencia verdadera justificada. (en adelante, epistemología CVJ) .  A saber, la bastante plausible idea de que es necesario que haya alguna nota adicional que distinga a una  creencia verdadera accidental de una creencia verdadera que cuente como conocimiento. Esta nota al parecer ha sido, históricamente, la justificación; noción mayoritariamente entendida en términos internistas. Esto es, como las razones que puede dar el candidato epistemológico en favor de la verdad de su creencia.
 Sin embargo, el fiabilismo tiene un lugar si se observa que dar razones, no es el único modo de indicar que una creencia no es accidental. Basta mostrar que se puede predecir que la creencia, ceteris paribus, será verdadera. Por tanto las atribuciones pueden ser suscritas tanto por la justificación esgrimida por el candidato epistemológico involucrado como por su fiabilidad de hecho.  Luego, si lo que tenemos en mente es la motivación arriba indicada, el internismo justificacionista se mostraría equivocado: no todo caso de conocimiento requiere justificación por parte del candidato epistémico. A esta conclusión la denomina Brandom el Acierto fundamentador de las epistemologías fiabilistas y, enunciada en los términos exactos, en que lo hace Brandom comporta  la afirmación de que:  las creencias verdaderas pueden equivaler a conocimiento auténtico aun en aquellos casos en que el aspirante al conocimiento sea incapaz e producir las justificaciones adecuadas, siempre que sean el resultado de capacidades que son productoras fiables de creencias verdaderas en las circunstancias que de hecho se han ejercido.  Sin embargo, este acierto fundamentador puede motivar lecturas de distinto alcance para la epistemología. Una cosa es aceptar la viabilidad de los ejemplos que se postulan en su  favor; otra muy distinta es tomarlo como un  motivo para su reacomodación global. Esto es, tomarlo como una razón para  creer que el concepto de fiabilidad en los procesos de formación de creencias puede reemplazar al de tener buenas razones para la creencia. Para decirlo de otra forma, en las epistemologías del tipo Conocimiento = Creencia Verdadera Justificada, la fiabilidad aparecía como una razón entre otras. Para el fiabilismo entendido con alcance amplio, dar razones resulta ser solo una clase de mecanismo fiable de formación de creencias. En otras palabras, de la coherencia de los  ejemplos a favor del fiabilismo no debería pasarse, sin más, a la inversión expresada en las líneas anteriores. Para Brandom, entonces debemos distinguir dos cuestiones expresadas en tres interrogantes: 
1- ¿Soportan el escrutinio crítico los ejemplos indicado por el Acierto Fundamentador?
2- ¿Abonan estos ejemplos una reacomodación de la epistemología centrada en los procesos fiables, en lugar de la posesión de razones? Además  ¿Esta reacomodación conlleva que la función  explicativa desempeñada por los conceptos de razones, datos, inferencia y justificación puede ser sustituida por los procesos fiables de formación de creencias?
Brandom niega los dos últimos interrogantes, a la par que acepta el primero. Veamos como lo hace. Brandom analiza  el primero de los interrogantes  intentando clarificar cuales son la condiciones para que un ejemplo funcione  como una caso a favor del acierto fundamentador  del fiabilismo. Acorde con ello se pregunta,  ¿Qué requieren los ejemplos del fiabilista? La respuesta es que son necesarios dos requisitos:
1-    que el experto sea fiable y,
2-    que no sea crea fiable ( ya que, si lo hiciera, tendría una razón para su creencia)
¿Es esto incoherente? Probablemente no, sin embargo comporta cierta irresponsabilidad cognoscitiva, que hace de este tipo  ejemplos una cuestión menor. La acotación brandomiana apunta a evidenciar que, dadas estas condiciones,  casos tales son fenómenos periféricos, ubicados en los márgenes de nuestras intuiciones respecto de lo que puede ser considerado conocimiento. La conclusión, entonces, es que para articular una epistemología no deberíamos trabajar en las áreas suburbanas, sino en las centrales.  Veamos ahora, llegando al punto que nos interesa particularmente, si la noción de mecanismo fiable de formación de creencia puede, plausiblemente funcionar como centro de una epistemología.
Adelantemos la respuesta, Brandom llama Error Conceptual del Fiabilismo a la incapacidad de reconocer el papel limitado del concepto de fiabilidad. Si Brandom concede un tipo de fiabilismo remozado habrá de ser, entonces, uno que no caiga en este error. Sus argumentos, al respecto, comprenden dos estrategias.  Por un lado,  aborda la  relación entre  justificación y la fiabilidad; por otro, los vínculos entre creencia y fiabilidad. En este último apartado  se intenta mostrar que las meras disposiciones fiables no cuentan como estados cognitivos, porque no son aplicaciones de conceptos. Y no lo son porque no representan en si mismas un movimiento en el juego de dar y pedir razones. 
Nos limitaremos a señalar esta estrategia, sin profundizar en ella, indicando tan sólo que, según nuestra lectura, su pertinencia  depende fuertemente del inferencialismo propugnado por Brandom. Vayamos entonces a la medula del argumento de Brandom.    
El interrogante ahora es, entonces,  ¿Es coherente una práctica en la que todas las creencias son cognitivamente irresponsables, en el sentido en que  lo son los ejemplos del Acierto fundamentador del fiabilismo?  Esto, por supuesto,  es sólo una forma coloquial de preguntar si las creencias que se basan únicamente en procesos fiables forman un conjunto autónomo.
La respuesta de Brandom a este respecto es, obviamente, negativa. No podemos dar sentido a una comunidad que nunca pueda dar razones para sus creencias, ya que esto exigiría que los miembros de esta comunidad nunca se consideraran a sí mismos y a los otros como fiables. Porque  hacerlo, atribuir fiabilidad, comporta  respaldar inferencialmente una conclusión. Una comunidad incapaz de dar razones de sus creencias no puede tener el concepto de fiabilidad  ni, por ello mismo, el de conocimiento. Sus integrantes, entonces,  pueden servir como elementos de medición (o sea como dispositivos fiables) pero no pueden  tratarse a si mismos o a otros como tales. Y esto es así porque no  pueden  discriminar entre un indicador fiable y uno que no lo es, debido a que  la noción misma de correlación entre estados de un instrumento y los estados que mide es ininteligible al margen de las valoraciones de fiabilidad.
Tengamos en cuenta que, según la propuesta brandomiana, el que las prácticas involucradas en los  procesos fiables de formación de creencias no constituyan  un conjunto autónomo es un buen motivo para negar la reacomodación de la epistemología en torno a la noción de procesos de este tipo. Y esto es así porque, para Brandom,  las prácticas de dar y pedir razones sí son autónomas. Esto es, podemos dar sentido a una comunidad cuyos miembros forman creencias sólo cuando piensan que tienen  justificación par ellas (y no apelan a procesos fiables de formación de creencias). Bien, exactamente en este punto nos separamos de la propuesta de Brandom.

2- Nos preguntamos ahora ¿Por qué alguien pasaría a respaldar una afirmación, esto es a asumir un compromiso, a partir de las la evaluación de algunas proferencias lingüísticas de otro?
Que las prácticas de dar y pedir razones sean tomadas como  prácticas validadoras de conocimiento,  no es algo evidente de suyo. Decir esto, es tanto como afirmar que la fuerza intersubjetiva de la apelación a razones no debe entenderse como una cuestión obvia o primitiva. Que la argumentación funciona eficazmente en nuestra selección de candidatos a creencias verdaderas, es  probablemente un hecho de peso en el momento de sancionar este procedimiento como un procedimiento validador de conocimiento.
Por otra parte, que este es un modo preferible –sin más-  a otros mecanismos (ie. coercitivos que apelen procedimientos de fuerza) no es, tampoco, una cuestión evidente.    
Es posible concebir  una comunidad cuyas prácticas de fijación de creencias se encuentren asociadas sistemáticamente a otros mecanismos (cuestiones de poder de facto  o autoridad - en una comunidad tal, ni siquiera es necesario que el candidato epistémico explique porque realiza sus acciones de acuerdo a determinadas creencias, la cuestión de la justificación puede que ni siquiera se plantee). Probablemente sea razonable pensar que una comunidad se siente inclinada a llamar conocimiento al producto sistemático de sus procedimientos más altamente fiables de formación de creencias.  Sin embargo, desde nuestros mecanismos efectivos, sospechamos que una procedimiento tal es menos efectivo que nuestra práctica de dar y pedir razones. Al hacerlo, al asumir compromisos particulares mediante esta práctica concreta, y al calificar de conocimiento a las creencias obtenidas de ese modo, respaldamos con nuestra práctica una creencia de orden superior que, probablemente, no necesitemos enunciar explícitamente en casi ninguno de los casos. A saber, dar y pedir razones es un  procedimiento fiable de formación de creencias y como tal, opera como validador del conocimiento. Esto, por supuesto deja en pie el acierto fundamentador del fiabilismo porque no se concluye que justificar –esto es, que el candidato epistémico se encuentre en condiciones de dar razones- sea el único procedimiento fiable.
Es claro, por lo demás, que la noción de procedimiento fiable que traemos a colación no es la noción de mecanismo fiable que puede resultarle atractiva a un naturalista. Especialmente no se vincula, al menos no de forma directa y no mediada, con regularidades del entorno o cosas por el estilo.
Nuestra forma de plantear el concepto de procedimiento fiable es de sesgo pragmático y, por ello, no funciona a la hora de ensayar una epistemología que pretenda desterrar de plano la noción de justificación. Esta propuesta tiene, por supuesto, un eco que la emparenta, aunque diverge –en más de un punto-  en su especificación,  con la noción pierceana de método destinado a fijar la creencia.
Intentaré delimitar con mayor claridad lo que intentamos puntualizar. Recordemos que Brandom pretende motivar  la aceptación de una epistemología de corte CVJ (que tangencialmente  concede los casos del acierto fundamentador). Por ello intenta vindicar la autonomía conceptual de los procedimientos justificatorios respecto de los procesos fiables. Aquí estimo necesario marcar una distinción, lo que se pretende cercenar es la apelación a procesos fiables distintos del juego de dar y pedir razones (las huestes naturalistas son el candidato obvio). Pero si esto es lo que se pretende,  no es una estrategia pertinente apelar a la autonomía de un mecanismo respecto del otro. Que el juego de dar y pedir razones sea un procedimiento validador de conocimiento de conocimiento no parece en absoluto una cuestión independiente de la atribución de fiabilidad de la que (implícita o explícitamente) es objeto y,  en este sentido, esta no es una mera redescripción posible, contingente y exterior al juego mismo. Si el plan, entonces,  es marcar la prioridad de este mecanismo por sobre otros mecanismos fiables, la estrategia debe pasar por explotar, de algún modo, la diferencia entre este mecanismo fiable de aquellos que se estiman insuficientes y no por intentar desterrar la noción de mecanismo fiable en general.  El interrogante a responder es, entonces,  ¿Qué es lo que cuenta para que en una comunidad las prácticas de dar y pedir razones funcionen como procesos justificatorios, validadores de conocimiento?
3-  La respuesta, como sugerimos párrafos atrás, parece orientarnos hacia la necesidad de una atribución implícita o explícita de que este es un mecanismo fiable de formación de creencias. El punto es que la atribución de justificación no es posible sin la atribución conjunta de fiabilidad a la práctica en la que dar y pedir razones se muestran como movidas pertinentes y por eso no puede haber justificación sin fiabilidad.
El caso que hemos sugerido, en el que las creencias (podemos considerar que son afortunados y sobreviven) se fijan mediante otro tipo de juego y las razones no operan con la fuerza suficiente para llevar a los sujetos a tomar los  compromisos  pertinentes (o sea no justifican)  es una comunidad en el que la atribución de  conocimiento (en tanto ésta comporta una estructura tripartita que  incluye atribuir un compromiso, atribuir una habilitación, adquirir uno mismo el compromiso) si bien  puede comportar la noción de procedimiento fiable, se estructura mediante reglas tan divergentes a las nuestras, que bien puede decirse que hacen otra cosa (probablemente tampoco crean, en sentido estricto, aunque esto supone, nuevamente, un compromiso con cierto racionalismo). Análogamente nuestra noción de conocimiento, dados nuestro procedimientos validadores, no puede prescindir de la noción de justificación. Una comunidad como la que sugiere Brandom que sólo cuente con procesos fiables sin justificación, no puede entablar un dialogo racional. Pero una comunidad que no atribuye fiabilidad, siquiera implícitamente,  tampoco.  
Nótese que no afirmamos que la noción de mecanismo fiable pueda reemplazar a la de apelación a razones sino que, para que la apelación a razones funcione en tanto procedimiento justificador, este juego debe, plausiblemente, ser concebido de un modo particular. A saber, como procedimiento fiable.
Esta lectura además es, creemos, fiel, si no a la letra al espíritu que sobrevuela el texto que nos ocupa.
Volvamos unos pasos atrás. Brandom, dijimos, enfoca el problema mediante dos estrategias. Una que trabaja relacionando los  procesos de dar y pedir razones con los procedimientos fiables. Esta arista es la que hemos analizado y, concluimos que es una mala vía para mostrar lo que se pretende inferir: la comunidad sólo justificacionista no es concebible: si dar y pedir razones es un procedimiento validador de conocimiento, es porque es un procedimiento fiable (y no sólo lo es sino que se lo debe concebir de este modo, en tanto esta es la razón para que lo sea). La otra, que tan sólo mencionamos al pasar, opera sobre la relación entre creencia y procedimiento fiable. En esta segunda arista, sí  se pretende trabajar con el subconjunto de procedimientos fiables que son el blanco implícito  de la argumentación brandomiana (procedimientos fiables distintos del juego de dar y pedir razones). Y en esta línea, nos marca Brandom, encontramos  aquello que los restantes procedimientos fiables no nos pueden dar: estados de creencia que, como tales, involucren conceptos.
En nuestra valoración entonces, este último argumento debe entenderse operando sobre el subconjunto de procedimientos fiables, distintos de la justificación y es, a nuestro modo de ver, concluyente. Siempre que se lo evalúe dentro de los límites marcados por la aceptación del marco inferencialista brandomiano.

Conclusión

Hemos intentado mostrar que si bien no hay una prioridad en la noción de procedimiento fiable respecto de la de justificación, tampoco es razonable propugnar la valoración inversa. Nuestra lectura, sin embargo, en tanto promueve una interpretación no estrictamente naturalista de la noción de procedimiento fiable  no nos aleja demasiado de las conclusiones brandomianas. En clara sintonía con ellas, entonces,  creemos que la epistemología, luego del Acierto fundamentador del fiabilismo no necesita replantear su centro; este, claramente ubicado en la noción de justificación mediante razones,  responde de forma llamativamente adecuada a nuestras practicas efectivas de validación de conocimiento. Es probable, sin embargo, que tal centralidad no sea patrimonio exclusivo de ella y que, si observamos ese núcleo con mayor detenimiento, logremos distinguir que entre sus aristas, los procedimientos fiables se encuentran ubicados, en un mismo nivel de importancia. O lo que es aún más plausible, ahora veamos con mayor claridad algo que implícitamente siempre estuvo allí.    

Laura C. Skerk, junio  2005



El presente trabajo forma parte de la mesa “¿Hay razones para creer?”, presentada en las II Jornadas de Filosofía Teórica (Córdoba, UNC, junio del 2005), en la cual participaron Federico Pailos, Justina Díaz Legaspe y Glenda Satne.

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