sábado, 5 de junio de 2010

DOCUMENTOS DE AYER PARA HOY

La economia ecológica de Martinez Alier
por Luis Urteaga


Los economistas fueron tempranamente sensibles al genero de problemas ecológico-politicos que quedan apuntados. La aportación de K. Boulding, autor de la conocida metáfora sobre  de los procesos económicos es la raiz de la escasez. La materia y la energia son escasas en la medida que los recursos accesibles son limitados. Las manipulaciones energéticas generan entropia (disipan energia acumulada), y la actividad económica produce residuos de modo inevitable. El reciclado de estos residuos será siempre parcial y consumirá más y más energia. En definitiva, el desarrollo económico se realiza a costa de la disipación de recursos no renovables, que resultan irreemplazables. Si esto es asi, el estudio del crecimiento económico debe enfocarse desde su relación con el agotamiento de los recursos y de su impacto sobre el medio ambiente. Conclusión obligada: en un mundo de recursos finitos el crecimiento ilimitado es una peligrosa utopia. La pregunta de todo economista:?Cómo administrar los recursos escasos?, tendria su respuesta en un programa bioeconómico que buscase la integración de la economia y la ecologia.
Martinez Alier, asumiendo explicitarnente lo esencial de este discurso, lo amplia en dos direcciones. Hacia el pasado, rastreando los sepultados precursores del enfoque ecológico en economia (que el rnismo Georgescu-Roegen, como casi todos, desconocia) y sacando interesantes lecciones de esas aportaciones primerizas. Hacia el futuro, discutiendo el ámbito científico de la economia frente a otras propuestas académicas, e intentando esbozar lo que seria un programa social emancipador de signo ecologista.

El ámbito de la economia ecologica
El punto de vista de Martinez Alier es el siguiente: ...la cuestión de los recursos no renovables hace ver la economia como ecologia de las sociedades humanas: es decir, como el estudio de la utilización de energia y materiales por la humanidad. Ahora bien, esta ecologia humana no puede ser exactamente el mismo tipo de estudio que la ecologia de otras especies (. . .) Ninguna otra especie animal tiene la posibilidad de enorme variación en el uso de la energia y materiales entre individuos de la misma especie. Esto hace que la economia no sea reducible a la ecologia o, dicho de otro modo, que la ecologia humana o la economia ecológica tenga que considerar también el estudio de la determinación social y cultural y de las decisiones individuales en lo que se refiere al uso de la energia y materiales por los hombres. Una ecologia humana ampliada asi (que incluya el estudio de los conflictos politicos, de las actitudes éticas, incluso del sistema de precios, ya que algunas decisiones humanas están influidas por los precios en determinadas épocas de la historia) es lo mismo que una ciencia económica auténtica: el estudio de la asignación de recursos escasos a finalidades humanas alternativas (actuales y futuras) (MART~NAEZLIER,1 984, p. 92). Un pronunciamiento como éste, obviamente alejado de la cautela neopositivista que recomienda deslindar cuidadosamente el objeto de estudio, sugiere el tipo de confrontación que el autor habrá de mantener con muchos de sus colegas. En esta confrontación Martinez Alier se abre paso a través de una doble critica: de tipo central e interno, es decir, acerca de los supuestos metodológicos de la teoria económica; y de tipo externo. Las fronteras de ese entorno parecen ser realmente vastas. Un ejemplo: trazado por Otto Neurath en los años treinta. Tal programa (explicado con cierta amplitud en el capitulo doce, en el que se desarrolla ademas una critica del marxismo desde la perspectiva ecológica) proponia en síntesis una empresa unificadora del conocimiento cientifico, que, previa eliminación de las proposiciones cientificas contradictorias, reintegrarse la totalidad de lo real.
Las reservas que la posición teórica y programatica de Martinez Alier pueden suscitar son realmente notables, y no so1o entre los economistas académicos. Sendas críticas del libro que comentamos publicadas recientemente, por A. Barceló y A. Domknech en "Mientras Tanto" dan cuenta de ello. DoMENECH (1985), con sagacidad critica y enjundia filosófica, debate la pertinencia del individualismo metodológico en ciencias sociales y hace importantes consideraciones sobre la determinación de las necesidades humanas. BARCELO (1985) discute desde el terreno de un economista critico las concepciones de Martinez Alier sobre el ámbito de la economia y su finalidad. El lector interesado por estas cuestiones teóricas y de método sacará provecho leyendo los trabajos citados, asi como la interesantes réplica del propio autor (MART~NAELZI ER,1 985).
Para un geógrafo, bastantes de los problemas debatidos a propósito del alcance y el método de la economia ecológica seran algo familiar, especialrnente los que se refieren a la necesidad de un enfoque globalizador. La definición de la economia como ecologia humana, centrada en el estudio de la utilización (pasada y actual) de los recursos por el hombre, se acerca bastante a la caracterización de la geografia como indagación sobre las relaciones del hombre y el medio, señaladamente cuando ésta se plantea desde una  perspectiva holistica. La peliaguda cuestión de la redefinición del campo cientifico se ha planteado también con particular agudeza en las corrientes ecológico-paisajisticas de la geografia (véase al respecto el lucido trabajo de GRAU1, 984). Y, al fin y al cabo, muchos geógrafos han alimentado, y alimentan todavia, ambiciones holisticas de grueso calibre. No seré yo quien intente disuadirlos de tal empeño (como tampoco a Martinez Alier), pero me parece que la historia de la geografia es demasiado pródiga en grandes pronunciamientos epistemológicos que luego no se han visto respaldados por una investigación empírica de la altura deseada. Teorias energéticas e historia de las ciencias sociales Es posible que lo ya escrito dé una idea del interés y carácter provocativo del libro de Martinez Alier, aunque desde luego no hace justicia a la originalidad de su aportación. A mi entender, la principal contribución de su trabajo estriba en la novedosa investigación histórica que ofrece. Una investigación que tiene por eje el impacto de las teorías energéticas entre 1880 y 1940 en muy diversos campos cientificos, y que arroja nueva luz tanto sobre la evolución de las ideas ecológicas como sobre el perfil de las ciencias sociales. He escrito investigación novedosa, y en este caso con toda justicia. Los numerosos, e intelectualmente tan estimulantes, puntos de contacto entre ciencia, tecnologia y reflexión social, han sido todavia poc0 estudiados y casi nunca de un modo sistemático. La obra de Hayek, que el mismo autor cita como referencia ineludible, unas páginas reveladoras en la siempre inagotable obra de Mumford, y alguna contribución reciente (como la de FOLEY  a propósito de Soddy y la energética social), son algunas de las escasas pistas con las que Martinez Alier podia contar al iniciar su trabajo. El resto es búsqueda y estudio directo de las fuentes por parte del propio autor. Fuentes, por cierto, bien dispersas y nada obvias. Entre ellas, 10s escritos del ucraniano Podolinsky; de 10s austríacos Sacher, Pfaundler y Josef Popper, que junto a K. Ballod y Ostwald escribieron, lógicamente, en alemán (y en alemán habia que leerlos); de los ingleses Soddy, Geddes y Hogben, y del norteamericano H. Adams. Estos autores componen el grueso de la impresionante lista de precursores de la economia ecológica cuyas obras ha rescatado Martinez Alier. Qué tienen en común estos trabajos salidos de la pluma de quimicos, economistas, biólogos y cientificos de tan diversa procedencia? Sencillamente el haber explorado las implicaciones que la energia y las nociones termodinámicas podian tener para la sociedad y las ciencias sociales.
Hasta principios del siglo xrx no existe el concepto de energia. Lo mas próximo a el1o es la noción del cccalórico~~u:n fluido extendido por toda la naturaleza que, según las propiedades de los cuerpos y la temperatura, obliga a éstos a conservarlo o propagarlo. La formulación del concepto de energia (como fuerza capaz de transformarse en trabajo mecánico) y la teoria de su conservación tiene lugar entre 1830 y 1850, y es un ejemplo clásico de lo que se ha llamado  (véase KUHN, 1982). Clausius formuló explicitamente el principio de conservación de la energia, y, poco después, una observación mis detenida de la eficacia de las máquinas permitió desarrollar la segunda ley de la termodinámica, conocida como segunda ley de Clausius o principio de entropia. En esencia, el principio de entropia dice que en un sistema cerrado la energia disponible tiende a disminuir de modo irremediable. La noción de entropia sugiere la decadencia y agotamiento de cualquier sistema que no reciba un aporte energético exterior.
Desde mediados del siglo pasado fueron evidentes las múltiples implicaciones que las nociones termodinamicas podian tener. La energia se revelo pronto como algo común a los más diversos fenómenos naturales (sean éstos físicos, quimicos o mecanicos). De la idea de entropia podian sacarse importantes conclusiones ecológicas e histórico.~sociales. Unas, quiza la mayoria, de signo puramente especulativo. Otras, sin embargo, de carácter sistémico y aplicado.
Pues bien, el mérito de Martinez Alier reside en haber explorado con rigor cómo las ideas de energia y entropia pasaron de su nicho inicial (la física) al campo de las ciencias naturales y luego al de las ciencias sociales. El capitulo tercero de L'ecologisme i l'economia es una exploración sistemática de las estimaciones de Leopold Pfaundler (1839-1920) sobre la capacidad  e la Tierra para proporcionar alimento a la población. Para Pfaundler la cuestión crucial era en este asunto la energia disponible. Considerando los costes energéticos y económicos del transporte horizontal de energias fósiles, y el proceso de disipación a que éstas se hallan sometidas, opinaba que los cálculos sobre la capacidad de sustentación de la Tierra debian hacerse esencialmente sobre la base de la energia solar recibida, y en concreto debian fijarse los limites de la producción agraria en función de la capacidad de las plantas para actuar como convertidores y almacenadores de la energia del sol. A juicio de Martinez Alier, la aportación de Pfaundler ofrece un contexto adecuado para discutir la cuestión del malthusianismo.
El capitulo cuarto rastrea dos utopias cientifico-ecológicas de principios del siglo xx. La de Josef Popper (1838-1921), que partiendo de la contabilidad energética desarrolló una utopia social progresista e igualitaria; y la de Karl Ballod (1864-1933), inclinado por una solución planificadora cientificoelitista (Martinez Alier 1o califica de colectivista tecnocrático). A la crítica realizada por Max Weber de las tesis reduccionistas de Ostwald esta consagrado el capitulo quinto. W. Ostwald (1853-1932), un eminente quimico alemán, habia propuesto sustituir la interpretación mecanicista de los fenómenos naturales por una interpretación energética. También era un atrevido generalizador en el campo de las ciencias sociales. Sostenia que el desarrollo de la cultura estaba en función de la disponibilidad de energia y de la eficiencia termodinamica en su transformación. Weber, con buen criterio, reprochó a Ostwald su olvido de la disipación de materiales, sometidos al igual que la energia a un proceso entrópico, y que entendiese contradictoriamente el progreso cultural como algo paralelo a la menor utilización de la energia en la producción, cuando es evidente que la producción industrial es altamente intensiva en el consumo de energia. A la postre, Weber criticaba al quimico el que éste mezclase la teona económica con el análisis energético.
Martinez Alier reconoce la pertinencia de algunas observaciones de Max Weber; sin embargo, cree que el camino barruntado por Ostwald, que lleva aparejada una estimación fisico-natural de 10s bienes económicos, y no solamente monetaria, puede ser fecundo.
La aportación de Patrick Geddes es analizada con cierto detalle en el capitulo siete. Martinez Alier destaca dos aspectos de la obra del geógrafo y urbanista inglés: la periodización histórica en base al uso de la energia, y la crítica energética de la ciudad industrial. La posibilidad de correlacionar gasto energético y evolución histórica fue también una obsesión del historiador norteamericano Henry Adams (1828-1918). Sus especulaciones en este terreno son expuestas sucintamente. El capitulo octavo se detiene en el análisis de la productividad agraria realizado por Podolinsky en 1880. S. Podolinsky, un populista ucraniano que vivió entre 1850 y 1891, es considerado como un claro precursor de la moderna contabilidad energética de la agricultura. Médico y fisiólogo de formación, fue uno de los primeros en apreciar la importancia de la segunda ley de la termodinámica para estudiar el funcionamiento de los sistemas económicos. Su argumentación era la siguiente: la Tierra es un sistema termodinámico abierto en el que la aportación de energia solar compensa los procesos entrópicos. Las plantas actúan como fijadores de energia solar, por tanto, el trabajo agrario aumenta el almacenamiento de energia aprovechable para la alimentación humana. En la medida que la vida humana depende del aprovechamiento del flujo de energia solar, la eficiencia del trabajo debe medirse en unidades de energia. Su intento de redefinir la teoria del ccvalor-trabajo,, en términos energéticos no fue muy apreciado por Engels, quien estaba convencido de que la economia y las ciencias naturales eran esferas de conocimiento que no debian mezclarse. Casi al  mismo tiempo que Podolinsky, pero seguramente sin conocer su aportación, E. Sacher (1834-1903) escribia sobre el baiance energético de la activitad productiva, y especulaba acerca de cómo la disponibilidad de energia pudo haber influido en la evolución histórica. Las tesis de Podolinsky y Sacher sobre la eficiencia energética de la producción agraria dan paso a una exposición sintética sobre el balance energético de la agricultura moderna (capitulo nueve). Si se contabilizan los inputs de la agricultura industrial (abonos, combustible, pesticidas y herbicidas, etc.) hay que concluir que los aumentos de la producción agraria se deben básicamente a un incremento constante de los subsidios energéticos exteriores. Dicho en otros términos, la agricultura tradicional, intensiva en trabajo humano y con escaso aporte energético exterior, presenta una mayor eficiencia energética que la agricultura moderna. El caso de la producción de etanol en Brasil a partir de caña de azúcar, examinado con cierto detalle, permite al autor ejemplificar los dilemas e incongruencias de una economia agraria que no tenga en cuenta la contabilidad energética.
En fin, el capitulo once esta dedicado a F. Soddy (1877-1956) y su critica de la teoria del crecimiento económico. Soddy fue otro de los grandes cientificos (premio Nobel de química en 1921) que reconoció las estrechas conexiones entre economia y consumo energético. Su crítica del modern0 sistema industrial se basaba en el caracter disipador de éste, asentado en el consumo creciente de recursos naturales no renovables. No sé si la rica argumentación histórica reunida por el economista Martinez Alier será capaz de conmover los cimientos de su disciplina, como é1 pretende. En cambio, estoy casi seguro de que muchos antropologos pueden sentirse atraidos por las aproximaciones de Sacher y Podolinsky, y que, por ejemplo, algunos historiadores agradeceran las hipótesis recogidas sobre el analisis ecológico de la evolución de la humanidad. A un geógrafo, esta revisión histórica de las ideas energético-ecológicas debe sugerirle, como minimo, muchas preguntas. La más obvia es ésta: cómo explicar el relativo desinterés de los geógrafos por las cuestiones energéticas? Un desinterés doblemente sorprendente y que sin duda merece ser explicado. Es sorprendente en primer término porque el estudio del uso de la energia por el hombre, y en análisis de los flujos energéticos y de materiales en los sistemas económicos y ecológicos, es uno de 10s lazos más claros entre la geografia física y la geografia humana, y podria haber servido como nexo unificador entre estos campos (algo que concuerda con las proclamas y aspiraciones de muchos geógrafos).
Pero es más sorprendente aún porque considerando la geografia de principios del siglo xx, esta atención a las cuestiones energéticas existia ya. Prueba de el1o es la misma obra de P. Geddes. Una obra que 1os geógrafos han integrado sin vacilar en sus reconstrucciones de la propia tradición disciplinaria (p.e., CLAVAL19, 73, cap. VII), y que ha merecido reiterados estudios, sin que desgraciadamente se haya destacado con claridad el peso que en ella tienen las consideraciones ecológicas y energéticas. Son estas consideraciones (que Martinez Alier ha sabido valorar) las que impresionaron a Mumford, y algo que esta en la base de su pensamiento territorial y urbano.
Como sea que al nombrar a Geddes siempre habrá alguien que piense que estamos hablando de sociologia o de urbanismo, aduciré otro ejemplo. En este caso un geógrafo indiscutido y una obra seminal de la geografia clásica francesa: La Géographie humaine de Jean Brunhes (1910). Brunhes estaba realmente interesado por las cuestiones de economia energética y por los problemas ecológicos. Hasta tal punto que al escribir la citada obra (un texto, hay que recordar, que es tanto una síntesis personal del campo como una propuesta normativa), los ahechos de economia destructiva,, aparecen como parte esencial del objeto de la geografia humana. En la segunda edición publicada en 1912, que es la que estoy manejando, se dedica a este asunto un capitulo entero de mas de un centenar de páginas. El tratamiento que da Brunhes a los hechos de economia destructiva, esclarece la importancia que concedia a 10s problemas energéticos. Unas páginas iniciales se refieren a las diferentes modalidades de ocupación destructiva del suelo; se detiene luego brevemente en la descripción de algunos tipos de devastación vegetal y animal, para dedicar la mitad del capitulo restante a la explotación del carbón. Las fuentes utilizadas por Brunhes son Ernst Friedich, un geógrafo aleman especialista en geografia económica que en 1904 habia publicado en Petermanns Mitteilungen un estudio sobre la Raubwirtschaftn (devastación o rapiña económica); Bernard Brunhes, su propio hermano, un fisico interesado por la termodinámica (al que Martinez Alier también cita) que poco  antes habia escrito un libro sobre La degradación de la energia (Paris, Flammarion, 1908); Stanley Jevons, uno de los primeros cientificos en ocuparse del agotamiento de los recursos naturales; y la ya por entonces relativamente abundante literatura conservacionista. En suma, una información actualizada y que evidencia su familiaridad con las corrientes ecológicas del momento.
Por qué los geógrafos franceses (y también los españoles, pues aquí fue bien conocida y apreciada la obra de Brunhes) se interesaron más por 1os aspectos morfológicos de su trabajo que por los aspectos ecológicos es algo que está por explicar satisfactoriamente. Quiza ayudase a ello una buena historia social de las comunidades cientificas, como también a responder a las reiteradas preguntas que Martinez Alier se hace acerca de los hiatos y cesuras que presenta la difusión de las ideas ecológico-económicas. Mientras tanto, los que creemos que la historia de las ideas cientificas es una apasionante empresa pluridisciplinar hemos de ver el trabajo de Martinez Alier como algo muy esperanzador. Al fin y al cabo, 1os procesos de investigación en el mundo académico suelen ser acumulativos, y las obras novedosas, bien diseñadas y provocativas, deben atraer hacia su campo a nuevos investigadores.


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