miércoles, 23 de junio de 2010

POLITICA POR HACER / GRANDES TEMAS


UNIVERSIDAD Y DEMOCRACIA GENÉRICA
CLAVES DE GÉNERO PARA UNA ALTERNATIVA
* Marcela Lagarde
DR Derechos Reservados CEIICH-UNAM


Espacio de igualdad para el pensamiento y la creatividad
La educación pública desde el siglo XIX y la Universidad desde el siglo pasado han contribuido a la equidad de género en la sociedad mexicana. La Reforma y la Revolución permitieron que las aulas y la academia contribuyeran a desmontar la segregación cultural y la exclusión discriminatoria de las mujeres. Desde preescolar hasta universitario, las aulas han sido, durante en gran medida espacios excepcionales en que ser mujer no ha sido un obstáculo absoluto para el acceso Y, cuando además han promovido la mixtura para mujeres y hombres, han sido espacios de igualdad..
El conocimiento, los saberes científicos las ciencias sociales las artes y las disciplinas humanísticas son fundamento del pensamiento moderno y de la democracia. El laicismo, producto de la Ilustración es la clave de la imaginación, las invenciones y la posibilidad de mirar el mundo fuera de las entretelas religiosas. Es fundamento del encuentro ampliado y por ende del encuentro entre mujeres y hombres mutuamente reconocidos como capaces de aprendizaje, de imaginación y de creación conjunta.
Espacio mixto de inequidad
Sin embargo, como espacio mixto la Universidad está lejos de haber alcanzado la paridad entre mujeres y hombres. Las desigualdades de género están presente entre estudiantes y trabajadores, definen a la academia, a la burocracia y a los cuerpos directivos. Y, las desigualdades de género marcan también a las organizaciones gremiales y estudiantiles, así como a los movimientos reivindicativos. Formas abiertas y sutiles de exclusión, marginación y discriminación pesan sobre las universitarias y a su vez los universitarios se benefician de la supremacía de género. Sin embargo, la eliminación de la opresión de género en la Universidad no es una prioridad de las políticas educativas, presupuestales y de enseñanza e investigación.

Propuesta* Por ello es fundamental promover políticas afirmativas de equidad de género: en primer término a favor de la incorporación y la participación plena de las mujeres, y, por eliminar brechas entre mujeres y hombres.
 
Las mujeres participamos en condiciones de desventaja, como minoría no reconocida y en desigualdad, aun cuando en algunos campos haya mujeres en posiciones importantes de poder, de jerarquía y de influencia. No obstante, todas las universitarias vivimos formas de jerarquización de género, de exclusión y marginación e incluso de violencia de género a través del acoso y el hostigamiento sexual de colegas y compañeros del mismo ámbito, y, de hombres que suman otros poderes a los de su género: maestros, investigadores, autoridades sobre estudiantes, empleadas y trabajadoras subordinadas a ellos o en la jerarquía. La línea divisoria entre liderazgo, seducción y acoso sexual o intelectual masculinos no es clara y permite experiencias de abuso e instrumentalización de estudiantas y trabajadoras académicas y administrativas, a la vez que añade un plus oculto a los méritos exigidos a las mujeres y en su evaluación.
La invisibilización y la desvalorización acompaña las actividades y el desempeño de las universitarias. Es decir, quienes avanzan, las más de las veces y, aún sin ser concientes de ello, han debido hacer un doble esfuerzo para lograr el éxito, la meta, el nivel exigido. Y no olvidemos que la trayectoria universitaria en cualquier ámbito se mide y evalúa, se pesa y se le asignan calificaciones y puntos cuyo valor proviene de un supuesto ideal de éxito y desempeño. En la competencia cada quien actúa no en referencia a su propia trayectoria sino comparada con otros en un sistema que de antemano de manera explícita o implícita jerarquiza a los hombres sobres y los valora sobre las mujeres y este criterio forma parte de los mecanismos de inclusión y exclusión.
La competencia entre mujeres y hombres es doblemente injusta porque suponemos que ocurre en igualdad. El imaginario está poblado de fantasías ideológicas: "...las mujeres de ahora ya no viven esas cosas", "antes era otra cosa", "en la Universidad no hay machismo", o "la prueba de que no hay discriminación son las mujeres que ocupan poderes institucionales (una abogada general, algunas directoras de institutos y centros, premios Universidad Nacional, profesoras eméritas, y universitarias que han recibido premios y reconocimientos. Se llega a afirmar que el número de mujeres en carreras feminizadas es prueba de mayoriteo femenino. Se considera que es tan grande el avance de las mujeres que hasta en el último movimiento estudiantil participó un gran número de mujeres y en el CGH, también. Se espera que muy pronto habrá una rectora (así nomás por progreso) y eso sí será una prueba evidente del avance de todas y no sólo de las universitarias.
Desde esta perspectiva ideológica, las evidencias puntuales se generalizan para mostrar que no hay desigualdad. Y en contrario a los afanes democratizadores, se pone de ejemplo a la Universidad para mostrar que quien quiere puede. No han querido las estudiantes que se han ido y quedan encasilladas en el fracaso escolar. Fracasan (como se llama en los pueblos al embarazo fuera del matrimonio ) las trabajadoras que no rinden igual que..., o las académicas que no logran dar el paso al siguiente escalón o cumplir la productividad definida por índices masculinos. Ellas no lo hacen porque no quieren. Un problema de poder se interpreta como un problema de voluntad. En nuestro país, los avances de cada mujer son utilizados para confirmar el equívoco, el ser fallidas del resto de las mujeres. Nada más falso.
Los silencios curriculares marcan la diferencia: si comparamos la evolución curricular de mujeres y hombres estudiantes, académicos, trabajadores o burócratas veremos que en la mayoría de los casos en el curriculum de las mujeres hay años de baja productividad, hay rupturas en trayectorias, desviaciones o hasta cambios incómodos. Se trata de noviazgos y matrimonios(celos de novios y esposos o prohibición de parientes para que sigan estudiando), maternidades (embarazos, partos, abortos, secuelas personales), enfermedades y discapacidades de familiares, esposos, hijas e hijos) que debido a la falta de servicios adecuados requieren atención personal. El autoritarismo familiar y conyugal pesa sobre las universitarias tanto como la doble jornada de gran cantidad.
Las universitarias estamos triplemente sujetas a presiones y requerimientos y a desventaja: en su vida privada y en su vida pública y, en esta última tanto en el espacio universitario como en el resto de espacios públicos. Estamos sujetas a poderes masculinos y de género simultáneamente. Este entramado de poderes hace que la convivencia, la cooperación, la participación y el desarrollo de las mujeres se de en desventaja de género. Los hombres en cambio, tienen poderes que se derivan de esa desventaja: en ciertos niveles tienen el campo despejado, la competencia sólo se da entre ellos. Las mujeres han sido eliminadas de manera no advertida previamente. Si encontramos algunos casos en que no hay silencios curriculares es evidente que ha habido apoyo, recursos materiales, económicos, simbólicos, sociales y afectivos y/o un sobresfuerzo extraordinario de esas universitarias sobremodernas para evitarlo. (Sobremodernas, en el sentido del sobreuso del tiempo y la multplicación de capacidades, habilidades y destrezas).

Propuesta* Contribuir a la construcción de la ciudadanía plena de las universitaria a través de reglas de equidad y políticas de apoyo y promoción tendientes a eliminar sobrecargas y brechas de género. Investigación y análisis de la real situación de las universitarias y adecuación de programas y horarios a sus necesidades, aprovechamiento de la tecnología, vigencia de derechos de maternidad y salud para las trabajadoras académicas y administrativas y para las estudiantas.
Recursos y equidad
 
La pobreza de género es una característica no reconocida pero que incrementa las desventajas en que participan las universitarias. Esta pobreza se debe a la escasez de bienes y recursos económicos asignados a las mujeres en la vida privada y en la vida pública, a la insolvencia como sujetas de crédito, a la dependencia económica (por ejemplo de las estudiantas que no trabajan y no tienen becas), se debe también a las cargas económicas de quienes contribuyen a su manutención y son proveedoras económicas de sus familias en desigualdad (en el extremo están las jefas de familia).
Es evidente asimismo que el acceso a los recursos depende de las oportunidades y de estar en la posición que permite abordarlos. Sin embargo, las mujeres no forman parte de redes de relaciones masculinas de apoyo genérico, no reciben la información adecuada sobre oportunidades y no hay políticas institucionales para contribuir a la equidad económica de genero.

Propuesta* Política salarial justa que iguale salarios, eleve salarios y prestaciones y derechos derivados del trabajo: vivienda, consumo, jubilaciones, capacitación y formación profesionales, programa general de becas estudiantiles que estimule la equidad de género.
Género y gratuidad
 
En cuanto a las estudiantas, es fundamental ratificar y profundizar el derecho a la gratuidad de la educación. La gratuidad ha sido un presupuesto para hacer de la universidad un espacio de igualdad. Porque la gratuidad asegura que la Universidad no añade más obstáculos económicos a los socialmente existentes, para el ingres, la permanencia, el desempeño y la consecución de metas académicas. La gratuidad ha favorecido enormemente el acceso y los estudios de las mujeres en la Universidad. Ha contribuido al avance social, económico, cultural y político de las mujeres. Debido a la pobreza de género, sin la gratuidad de la educación universitaria, habría sido casi imposible la participación de decenas de miles de mujeres, y el panorama profesional de las mujeres sería mucho más bajo de lo que todavía es. La gratuidad no ha resuelto todas las desigualdades pero ha permitido a decenas de miles de mujeres acceder a una cultura moderna, contribuir creatívamente a ella y estár en mejores condiciones para enfrentar sus propios desafíos y contribuir al desarrollo social.
Sin embargo, es preciso reconocer que las mujeres participan en condiciones económicas desventajosas y experimentan sin conciencia la pobreza de género. Por ello, eliminar la gratuidad educativa afectaría a cada estudiante mujer u hombre y a los grupos más desfavorecidos y empobrecidos de la sociedad, eliminar la gratuidad afectaría el desarrollo del país ya que excluiría del desarrollo a decenas de miles que no tienen recursos para ingresar y, sin embargo, con apoyos, aportan al desarrollo social. Eliminar la gratuidad afectaría de manera más severa a las mujeres por la dependencia económica o por la sobrecarga económica pero también porque cada una debería negociar su apoyo a estudiar. Al colocar la decisión del estudio en los poderes del mercado, la familia y la pareja, el estudio como opción normal para las mujeres dejaría de tener la legitimidad que le da la Universidad, y dejaría de ser un derecho para convertirse en un privilegio. El cobro de la educación superior pública sería un nuevo candado para impedir el acceso al patrimonio y al cultural por parte de las mujeres. Las ideologías conservadoras y misóginastendrían todo el campo para actuar y sujetar a las mujeres a severas de dominio).

Propuesta *Por todo ello es preciso que se mantenga y se mejore la calidad de la gratuidad. Eliminar las cuotas, establecer programas institucionales de becas y apoyos para materiales educativos y un sistema de evaluación para detectar el impacto de la pobreza(no ingreso, maternidad o sobrecarga familiar-estudiantil y/o laboral). en el desempeño escolar y un programa de apoyo a las mujeres que estén en esas condiciones Es una medida democratizadora en una sociedad injusta que transita a ampliar las desigualdades. La gratuidad es una acción afirmativa de género, en tanto mínimo soporte económico a las mujeres que la sociedad y el Estado hacen para eliminar desigualdades y condiciones de sobrecarga oprobiosas.
Identidad universitaria y política
 
En las universitarias está ya una masa crítica y un pensum universitario tanto en las estudiantes, las maestras y las investigadoras y las técnicas académicas como en las trabajadoras y empleadas. Esa masa crítica la constituyen tanto los saberes como las relaciones sociales en que participan. La ciudadanización de muchas de ellas es inexplicable sin esas experiencias intelectuales y de relación y colaboración y competencia intelectuales. Contribuye a este proceso también la participación en claustros, academias, colegios de profesores, organismos diversos y, sin lugar a dudas, en las organizaciones laborales gremiales y sindicales y en sus procesos específicos.
Las universitarias influyen en todos los espacios donde actúan y se constituyen en promotoras de avances y cambios sociales y culturales de avanzada. Tocadas por el pensamiento crítico y estimuladas para la creatividad, exigen la prevalencia de ese estado, de esa posibilidad en su vida profesional y laboral y en su participación social y en la política. Desde luego su impronta está en las artes y la cultura porque a cada una se le abren posibilidades de vida ubicadas en la modernidad (laicidad, sentido democrático y de mejoramiento en el desarrollo)y eso constituye un beneficio personal inestimable. Estos elementos en diversos grados y combinaciones permiten un relativo empoderamiento de las mujeres tanto individual como colectivo que se extiende en ondas y logra ser capital político de género para otras mujeres que no son universitarias..
Sin embargo, contradictoriamente, en este magnifico espacio cuyo principio ético es la igualdad, las ideologías de la neutralidad de género fomentan en las universitarias una identidad agenérica un desmarcaje de su condición sexual y de género en su identidad universitaria, gremial, profesional y académica. Se supone una neutralidad de género profesional y académica estudiantil y laboral. Se confunde igualdad con neutralidad genérica. Lo que produce en términos concretos a un fortalecimiento de formas de sexismo y misoginia, una desidentificación de género entre las mujeres y su subsunción en los grupos y categorías de poder de los hombres y la imposibilidad de desarrollar acciones y políticas universitarias tendentes a mejorar su condición de género en el espacio universitario.
El velo de la igualdad fomenta una forma de dominio moderna sobre las mujeres su desmarque político de género simultáneo a la creencia en que pertenecen de la misma manera a los espacios masculinos que los hombres. Y en los hombres favorece su trato desigual y un machismo prevaleciente en el supuesto compañerismo. No sólo tienen más poderes que ellas, sino que algunos de sus poderes se derivan de la supremacía masculina. La supremacía se normaliza, se invisibiliza o se desmerece en su potencialidad política y se legitima. La supremacía adopta formas autoritarias, de hostilidad e intransigencia de los hombres y de las mujeres respecto de las mujeres y formas de manipulación permanente y velada.
Es común la coptación de las mujeres al valorarlas más competitivamente contra otras mujeres, y con relaciones y conductas paternalistas y de manipulación obvias o sumergidas. Todo ello permite a los hombres extraer trabajo, apoyos incondicionales e incluso ideas, s conocimientos y creaciones intelectuales de las mujeres. Las estructuras académicas con su organización jerárquica de la creación académica y la investigación científica favorecen el abuso al suponer la ignorancia de las subordinadas y además reconocer la autoría como una cualidad jerárquica.
La supremacía que crea privilegios está presente también en los grupos de estudio estudiantiles. En ellos, aparentemente todas y todos participan en condiciones de igualdad, sin embargo, las estudiantas hacen tareas, trabajos, investigación e informes y ayudan a los hombres a avanzar mucho más de lo que en su mayoría ellos lo hacen por ellas. Así, se favorece la inequidad, el robo y el plagio intelectual de las mujeres y el constante diluir la autoridad académica e intelectual de las mujeres. Todavía los pensamientos, las ideas de gran cantidad de universitarias aparecen plagiadas o subsumidas en los reportes, informes, libros, participaciones en congresos de sus colegas, compañeros, maestros y jefes.
En consecuencia, los universitarios son relativamente más machistas que otros hombres porque no asumen que la supremacía de género es un atentado al desarrollo democrático, sino también porque no se ven conminados a cambiar para que la equidad de género prevalezca en sus relaciones con las mujeres y en su posicionamiento en las universidad y porque con ello se favorece la impunidad masculina en un ámbito en que debería prevalecer su erradicación. La ceguera de género debe ser erradicada.
Propuesta* Fortalecer la conciencia de género y la identidad de género de las universitarias y la conciencia democrática de género entre los universitarios, así como el aliento a su transformación identitaria. La valoración una cultura y de identidades y formas de participación de los hombres no machistas, no misóginas, no homófobas. El desarrollo de una conciencia universitaria de solidaridad entre los géneros y de apoyo a los procesos sociales de superación de las desigualdades genéricas.
*En todo empoderamiento de las mujeres y eliminación de poderes injustos de los hombres. Al eliminar los criterios de sexo y convertir la mixtura en un principio activo explícito y normado en toda la vida universitaria.
Además impulso específico a las mujeres: campos del conocimiento: nuevas tecnologías, campos duras masculinos, escalones superiores, democratización desrigidización estamentaria y jerárquica, acceso a más y mejores recursos económicos y académicos. Investigación sobre los aportes de las mujeres a la cultura, el desarrollo y la civilización, difusión de estos aportes y su valoración.
Equidad de género y política
 
En el pasado conflicto universitario por primera en un hito de la magnitud, la participación de las mujeres fue parte de la política. Incluso en el diálogo instalado en el auditorio de la facultad de medicina, el tema del número de mujeres y de hombres presentes en las representaciones de cada lado de la mesa fue tema de la mutua descalificación y de valoración positiva de quienes consideraban suya una mayor equidad de género. Ya es parte de la cultura política el rechazo a la exclusión de las mujeres y es un avance de las fuerzas políticas la participación de las mujeres. A la par, las campañas electorales que se sucedían simultáneamente reflejaron la importancia ideológica y política de las mujeres y del género para los partidos políticos. Todas las plataformas electorales plantearon estar de acauerdo en avanzar hacia la equidad y, al mismo tiempo, las fuerzas políticas más conservadoras y misóginas escatimaron posiciones políticas a las mujeres. En ningún partido las mujeres tienen plenos derechos políticos. Los resultados electorales evidencian una pérdida de posiciones de representación popular para las mujeres, muestra de la insuficiencia para lograr la real igualdad entre los géneros debido a una verdadera lucha política contra el avance pleno de las mujeres. La campaña electoral y la opción que ganó se apuntaló en una concepción conservadora y reaccionaria ostensible machista y misógina. Pero el machismo no estuvo ausente de las otras candidaturas. La cultura ciudadana de masas es comercial, simple, binaria y profundamente ignorante. Se basa en la fe y el dogmatismo.
Propuesta* La Universidad puede constituirse en una referente de conciencia crítica científica y desmitificadora desde la cual se realice constantemente la formación ciudadana de quienes pasen por sus aulas y se produzca la crítica científica y documentada proveedora de insumos a la sociedad para develar y, descifrar los grandes problemas nacionales y desarrollar juicios propios y fundamentados. Elevar las capacidades políticas de la ciudadanía es parte del sentido civilizador de la Universidad. La universidad (como institución y sus grupos académicos, centros, institutos, facultades) debe establecer un diálogo permanente con los partidos políticos, las organizaciones civiles, las empresas, los gobiernos, las legislaturas y los medios de comunicación. En particular con las otras instituciones educativas. Si la Universidad asume este compromiso, su aporte a la democracia será notable y los avances reales en la construcción de una cultura democrática avanzada serán evidentes de inmediato.
Espacio de conocimiento del mundo
 
La universidad ha sido espacio de enseñanza e investigación del pensamiento feminista y del encuentro entre mujeres feministas y todavía está por escribirse la historia paradójica de la relación agridulce entre feminismo y universidad. Sin embargo, es preciso saber que pensadoras e investigadoras feministas (y alguno que otro feministo) nos hemos formado en esta tradición de manera autodidacta, y además, hemos introducido este pensamiento a los cubículos, los colegios y las aulas, los coloquios y congresos. Los procesos han sido variados. Desde programas de radio como el inolvidable de Alaíde Foppa que se transmitía los sábados por Radio Universidad y su materia optativa sobre La mujer, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; los múltiples ensayos sobre feminismo, las conferencias y las clases de Rosario Castellanos en la Facultad de Filosofía y Letras, hasta las materias de feminismo con otros nombres que impartimos muchas de nosotras en gran parte de la Universidad. Seminarios camuflados como Ciencias y artes decorativas, Sociología de los nuevos escenarios, por ejemplo, los estudios de la mujer, las cátedras y seminarios de género, hasta el Programa Universitario de Estudios de Género que cumple 10 años.
El feminismo ha potenciado la investigación y la ha transformado. Infinidad de tesis e investigaciones y sus respectivas publicaciones se han multiplicado en las últimas décadas. Con todo, un foco rojo en el diagnóstico está en que los estudios de género se abren paso en la universidad con muchas dificultades y no forman parte aún de la curricula de carreras ni los posgrados, tampoco de los perfiles profesionales ni de la formación de la mayoría del magisterio universitario.
Al mismo tiempo prevalece un analfabetismo de género entre quienes hacen investigación y docencia. La perspectiva de género está ausente aún en múltiples investigaciones que a pesar de esa carencia se consideran de excelencia. Todavía hay quienes desde su ignorancia y al desconocer (por resistencia u omisión) que la perspectiva feminista de género es uno de los aportes más importantes a la epistemología, a la filosofía, a la historia y demás disciplinas, objetan el concepto, la categoría, las teorías, las metodologías y los conocimientos producidos. Se basan, con casi un siglo de retraso que no existe en el pensamiento científico o en las humanidades.
Amelia Valcárcel sostiene que esta ignorancia es una forma de invisibilizar las creaciones de las ya visibles intelectuales y una forma de neutralizar a las élites intelectuales (como sucede con las élites políticas) feministas. Hay también, quienes incluyen el género porque es requisito en los apoyos económicos a las investigaciones, o porque está de moda y viste mucho en cierto mundillo de congresos y encuentros y desplazan a especialistas en el campo. En el extremo, empiezan a despuntar hombres que favorecen la expiación patriarcal de su género con investigaciones sobre nuevas masculinidades. Más que nuevas, son actualizaciones light de la supremacía, los privilegios y las prerrogativas masculinas. Celia Amorós, nos advierte sobre quienes discuten desde el feminismo sean mujeres u hombres y omiten a las feministas, su autoría, su creación y su compromiso político. Ahora, son más feministas que las feministas.
Propuesta* Por una educación en género, por una investigación con perspectiva de género y por una cultura de la diversidad
Necesitamos una educación universitaria laica y científica y humanística estructurada en torno a la ética. Los avances éticos del siglo XX dieron lugar a la filosofía de los derechos humanos, los derechos de los pueblos, la protección y el desarrollo del patrimonio cultural e histórico y del medio ambiente. La ética Universitaria debe ser el sustento de toda la política educativa, de investigación y desarrollo de la cultura. La universidad desde su quehacer particular debe constituirse en promotora de los derechos humanos del siglo XXI que incluyn prioritariamente los derechos humanos de las mujeres.
Para ello es preciso que las disciplinas científicas y humanísticas más diversas incorporen la perspectiva de género en sus epistemologías y asuman el desarrollo teórico que en otras universidades del mundo ya es imprescindible.
 
La reforma del Estado mexicano y la dinamización de la sociedad y de la cultura requieren con urgencia la incorporación de una alternativa moderna y democrática de género. Nuestro país está urgido de una verdadera alternativa de desarrollo estructurada desde la ética de la solidaridad y eso no puede producirse si se omite la deconstrucción urgente de los oprobios basados en el género y de la supremacía política masculina y patriarcal basada en el género. La universidad está llamada a realizar con otras instituciones y fuerzas, con otros actores y protagonistas, una profunda crítica de la cultura hegemónica, de los mitos, las ideologías y las instituciones desde una perspectiva científica e ilustrada de avance y eliminación de mentalidades y prácticas sexistas, racistas y clasistas o supremacistas de cualquier signo.

Propuesta* Por todo ello, y porque pensar al país y al mundo, a la globalización, el desarrollo, la pobreza, la democracia, la derechización y la ola conservadora que recorre varias puntos del orbe o sus alternativas, requiere incluir a las mujeres como sujetas y protagonistas de procesos sociales, culturales y políticos, y analizar los poderes de género en todas las relaciones sociales injustas que queremos modificar. Es preciso vincular los movimientos sociales de mujeres y feministas con los avances teóricos y metodológicos, las transformaciones jurídicas y políticas, y con la difusión de la perspectiva de género a través de las políticas públicas. La Universidad como institución generadora de alternativas debe generar investigación que incida en las acciones y las políticas políticas para remontar el viejo marco jurídico y el lacerante aparato judicial que atentan contra las mujeres y la democracia.
La Universidad debe comprometerse con una gran alternativa cercana a las mayorías sociales, abrirse a la diversidad cultural y a la defensa del pensamiento crítico, de la investigación filosófica y política en todas sus campo de interés.
Imaginemos una universidad comprometida con el desarrollo concebido como eliminación de oprobios , eliminación de brechas y desventajas sociales, concebido también como el apoyo a los aportes grupales e individuales al desarrollo colectivo y como ampliación a más y más grupos y categorías sociales de recursos y oportunidades vitales,. Imaginemos una Universidad que sustente con autoridad ética e intelectual el apoyo a la defensa del patrimonio histórico, económico, social y cultural y su activación para eliminar probemos tan acuciantes como la pauperización, la desagregación del tejido social o las nuevas forma de marginación social.
Imaginemos una Universidad capaz de sustentar con aportes teóricos e investigativos la democracia en México con conceptos y categorías del nuevo siglo como son la equidad entre grupos y categorías sociales, la civilidad como forma potenciada de participación política de la sociedad a través de sus múltiples organizaciones, movimientos y alternativas, la ciudadanía, como un condensado de los derechos humanos y la participación política de las mujeres y los hombres, la gobernabilidad como una nueva forma de relación entre los gobiernos y la ciudadanía. Y la soberanía redefinida por la globalización y el neoliberalismo, por la vigencia de la suprapolítica del mercado y sus agentes visibles e invisibles. La soberanía no puede ser enfrentada con nacionalismos pretéritos ni con subsunciones que despojan a las mayorías sino la soberanía como autonomía nacional y simultáneamente como participación de la nación en los organismos y redes internacionales que reivindican y defienden el paradigma del desarrollo humano sustentable. La cooperación como dimensión de transferencia de apoyos y recursos de manera recíproca para eliminar desigualdades en el mundo.
Imaginemos todo eso: democracia, ciudadanía, civilidad, desarrollo social, gobernabilidad, y cooperación en la diversidad como ejes de una nueva alternativa. Sí pero ahora hagámoslo desde una perspectiva de género.
Todo se modifica y requiere especialistas y una ciudadanía capacitada para pensar y mirar el mundo con lentes de género (en palabras de Gracielo Hierro la jefa de las feministas universitarias)
 
La perspectiva de género debe ser eje de la reforma académica de todas las disciplinas del conocimiento. 3 siglos de acciones de las mujeres deben ser incorporados en la historia que enseñamos y aprendemos, 3 siglos de crítica al derecho que normaliza la supremacía/subordinación de género y apoya una justicia injusta, 3 siglos de historia política sin la cual no e entendible la modernidad ni sus deudas históricos que hoy reclamamos. 3 siglos que requieren espacio y modifican el conocimiento vigente y anacrónico que hay ofrecemos. Y, desde luego el siglo XX con su crítica intelectual de género a la psicología, al psicoanálisis, a la medicina y su androcentrismo y la urgencia de incorporar una visión no autoritaria del saber médico, nuevos modelos de atención y la visión de una salud integral que acabe con la enajenada fragmentación de a persona, y una medicina capaz de atender las necesidades de salud de las mujeres, a la filosofía y su ser humano que no deja lugar para las seres humanas, que avala y legitima el pensamiento único de género en una sociedad compuesta mujeres y hombres, una antropología que describe la vida de mujeres y hombres y fosiliza el mito de lo humano y la humanidad aún cuando sea recurso de diversidad la arquitectura que inhabilita la vida cotidiana y el urbanismo que no imagina el mundo para las mujeres., la ciencia política que todavía piensa el mundo en claves nacionales y de case y omite otras categorías políticas activas en la política como el género o que considera que la problemática femenina consiste en que las mujeres somos un problema y además postergare hay otros grandes problemas nacionales o regionales o mundiales. La educación universitaria en su conjunto que no nos habilita a las mujeres y a los hombres para convivir en democracia genérica y deja en la ignorancia científica de la sexualidad a quienes pasan por sus aulas y se someten a severos procesos de evaluación para saber que nada saben de lo primordial lo sustantivo lo vital.
Por todo ello es urgente incorporar la perspectiva de género en todo los niveles educativos universitarios, en todos los campos educativos y de investigación y en la definición académica de los fines de la Universidad. Asumir que en esta casa se preparan mujeres y hombres para vivir mejor y contribuir al desarrollo democrático de las mujeres y los hombres y que se promueve la investigación de los grandes problemas nacionales y la construcción de alternativas desde esta mirada.  *Propongo que se formalice la carrera de derechos humanos y que en ella se estudien las alternativas de desarrollo humano en el mundo actual, la democracia plural que favorezca la diversidad y que en ella se formen profesionales bajo el principio de la multidisciplina especialistas en género. Que en esta carrera se capacite, forme y actualice al magisterio y al cuerpo de investigación universitarios para que a su vez introduzcan en un plazo breve la perspectiva de género en sus áreas. Nuestra Universidad debe ser cada vez más un espacio abierto a la sociedad a ella podrán acudir a capacitarse personas de la sociedad, funcionarios gubernamentales, dirigentes sociales que lo requieran y deberemos promover diplomados especializados en temas y disciplinas particulares con perspectiva de género.
Imaginemos la reforma del pensamiento médico con los conocimientos actuales que circulan en otros canales y no han permeado los estudios de medicina.
Las mujeres herederas de Sor Juana y no estudiamos el pensamiento ni la real intervención de las mujeres en la historia, en la sociedad, en la preservación cotidiana y las transformaciones de nuestro país y del mundo. Poco o nada sabemos de las científicas, las filósofas, las investigadoras y las profesionistas no sólo mexicanas sino del mundo.* Desde luego se difunden mucho menos sus trabajos o son menores y tienen más dificultades para publicar.
Pero no sólo sucede esa forma de negación de los aportes de las mujeres En la universidad no ha permeado aún el pensamiento feminista aunque en lo que supone la igualdad y la educación mixta está presente de manera indudable. No lo está en cuanto a la Autoría de estas políticas. Se las supone humanistas progresistas y de avanzada. Lo que se elimina es la fuente de este radical supuesto y se omite su real historia.
Más todavía los aportes científicos en diversos campos académicos no se estudian en las carreras universitarias ni están presentes en las mentalidades universitarias.
La mayoría universitaria tanto estudiantil como académica es analfabeta en género en cuanto a dimensión ineludible del pensamiento contemporáneo.
Quiero recordar aquí la resolución del congreso universitario de 1988 sobre la igualdad entre los géneros:
Hacer el parangón entre reformar al país y reformar a la Universidad.

Tomado de 
www.cibersociedad.net/public/documents/

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